El problema de la alteridad

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  un cordial saludo a los organizadores y participantes de esta

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  segunda edición del Foro Latinoamericano de Filosofía de la Educación

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  Mi nombre es Julio Alexander Benavides Soy Magíster en Filosofía

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  y recientemente termine un doctorado en Educación en el cual

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  mi tesis doctoral giraba en torno al análisis de los

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  procesos de su que tendrían lugar en las réplicas discursivas

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  de la formación ciudadana y la educación para la paz

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  de Colombia.

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  Justamente este texto que presentó ustedes hoy se constituiría en

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  una primera parte de ese trabajo de investigación y se

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  enfocaría particularmente el problema de la subjetividad política.

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  Abordado desde la Perspe- Tío de la alteridad, el texto

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  que les presento se titula El problema de la alteridad

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  en los discursos de la formación ciudadana en Colombia subjetividad

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  política y racionalidad de la violencia.

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  Comienzo entonces esta exposición compartiendo con ustedes dos reflexiones que

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  inspiraron el abordaje de este problema y que tienen que

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  ver con las relaciones entre el Holocausto, la modernidad y

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  la educación La.

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  Primera de ellas provienen de una conferencia de adorno de

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  mil novecientos sesenta y seis titulada La Educación.

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  Después de Auschwitz.

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  En esta conferencia, el filósofo alemán sostiene que la exigencia

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  de que Auschwitz no se repita debería ser la primera

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  de todas las exigencias cuando se habla de educación y

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  que cualquier debate acerca de los propósitos de la educación

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  carecería de sentido si no se tiene en cuenta esa

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  exigencia. La segunda reflexión, que tendría lugar un poco más

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  de treinta años después, viene de un texto del filósofo

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  de la Educación español Joan Carles Mary, quien retoma la

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  inquietud de adorno y propone que una de las tareas

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  fundamentales de la filosofía de la educación al comenzar este

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  nuevo milenio, debía ser justamente La de pensar radicalmente.

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  Si los presupuestos fundamentales de la educación tendrían aún vigencia

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  después del fenómeno totalitario, y en la medida en que

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  la idea moderna es sujeto, constituiría uno de esos presupuestos

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  ahora, entonces necesidad de replantear la forma de que debe

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  tomar la subjetividad.

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  Personalmente me pareció que estas reflexiones continuaban teniendo vigencia, principalmente

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  en un contexto como el colombiano, en el que la

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  educación, desde hace ya algún tiempo, viene adquiriendo cierta conciencia

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  del papel que puede desempeñar frente a la conflictividad violenta

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  que como sociedad nos atravesado históricamente a los colombianos y

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  por eso examinar la forma que la subjetividad política viene

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  siendo configurada principalmente por esos discursos educativos que ha asumido

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  la tarea de formar ciudadanía para la superación del conflicto.

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  Me parecía una tarea de primer orden Así, pues comienzo

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  mi artículo con la figura de Caín respondiendo a Dios.

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  No soy yo el guardián de mi hermana, imagen que

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  sirve a melic y Bárcena en texto bastante interesante titulado

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  La educación como acontecimiento ético, donde estos autores utilizan esa

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  imagen para describirlo.

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  Inhumano en unos términos que me parecieron muy precisos.

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  No inhumano es tal porque remite a una suerte de

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  Ontología que deja de lado la ética.

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  Esto es, en términos de venecianos.

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  Aquella relación constitutiva con nosotros, es decir, no inhumano En

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  esta lógica que valdría negarla exteriores de los otros y

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  se olvidó de los radicalmente.

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  Otro se constituiría en lo que Santiago Castro mesa denominado

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  una patología propia de la condición moderna.

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  Me parece interesante pensar que esta cuestión, que no pareciera

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  más que una mera abstracción filosófica, podría llegar a tener

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  importantes consecuencias en los ámbitos concretos de lo ético y

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  lo político que por supuesto atraviesa también lo educativo y

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  un, es decir, el hecho de que la subjetividad se

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  piensa y se configure exclusivamente a partir de una antología

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  que excluye la dimensión relacional.

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  Ciertamente, podría suponer algunos problemas y tensiones a la hora

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  de intentar pensar el ejercicio de una ciudadanía inmersa en

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  un contexto pluriétnica y multicultural como el contemporáneo.

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  Y en un país con una larga historia de violencia

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  es como Colombia.

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  Y por eso surge mi pregunta Cómo se asume esa

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  situación? Desde lo educativo persiste la narrativa moderna de la

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  subjetividad con sus patologías, en nuestros discursos, en los que

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  tíos, y más concretamente, en nuestros intentos por formar ciudadanos

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  en medio de una ya larga historia de violencia en

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  Colombia. Y frente a esta pregunta, existe la posibilidad de

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  pensar que como país hemos enfrentado a una larga historia

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  de violencia, justamente porque existiría una racionalidad que la sostiene,

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  la sustenta y que incluso nuestros discursos educativos estarían quizá,

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  sin saberlo permeado s por esa racionalidad.

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  Y Y es que si nuestra respuesta a la pregunta

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  anterior la pregunta que acabó formular es afirmativa, esto es,

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  si la figura moderna de la subjetividad efectivamente persiste nuestros

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  discursos educativos, entonces persistiría también esas patologías que le serían

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  inherentes y una de ellas sería como ya lo mencioné

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  La consideración de la alteridad con la no consideración de

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  la alteridad como un aspecto constitutivo de nuestra subjetividad político.

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  Y esta no consideración este olvido.

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  Negación de los radicalmente otro y de nosotros es lo

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  que a mi entender, configurar una cierta racionalidad de la

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  violencia que, siguiendo los argumentos de bien surjan superpolicía de

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  la violencia.

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  Podríamos asumir como una suerte de relación con el otro

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  en la que, paradójicamente, se le niega o a ese

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  otro soltería, pero que se vale de unas ciertas estrategias

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  y técnicas que conducen a esa neutralización del otro y

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  que permiten incluso acabar por dar razones para ello.

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  Lo interesante aquí es la posibilidad de considerar quiere esas

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  razones para temer al otro para desconocerlo e inclusive para

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  aniquilarlo en todas las formas posibles en que se podría

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  aniquilar a otro.

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  Vendrían, dadas ya la forma misma, como nos pensamos, como

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  sujetos En este punto podría pensarse que la emergencia, pues,

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  moderna de los discursos que exaltan la diversidad y la

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  diferencia, vendrían a debilitar y contrarrestar esas mencionadas patologías modernas.

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  Pero Santiago Castro Gómez nos invita a dudar de ello,

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  en la medida en que esa actitud que él llama

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  una afirmación celebratoria de las diferencias supondría una nueva configuración

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  de esa misma estructura de poder que antes operaba a

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  partir de la negación de esas diferencias.

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  En otras palabras, habría que considerar que los contemporáneos discursos

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  que abrazan la alteridad de la diferencia encerrarían también sus

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  propias patologías o quizás las mismas de la modernidad.

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  Pero es hacer paz y, en consecuencia, lo que hemos

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  llamado aquí, una racionalidad de la violencia adquiriría también nuevas

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  formas bajo una mirada posmoderna.

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  Justamente ese es un aspecto fundamental que destacó en este

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  trabajo. Es lo que consideró como la atención entre los

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  registros temporales de lo moderno y lo posmoderno presente nuestros

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  discursos educativos de nuestras configuraciones discursivas, de la subjetividad política

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  Se trataría, para decirlo de alguna forma, de esa persistencia

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  de una mirada moderna para acercarse una realidad actual que

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  podríamos considerar posmoderna O.

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  Para decirlo con palabras de Carlos Scliar es como si

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  viviendo en una situación, pues moderna, existiéramos en pensar dicha

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  situación Desde lógica es que son típicamente modernas y que

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  parecieran pervivir y persistir en nuestras lógicas y prácticas institucionales.

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  En este punto me parece importante hacer algunas precisiones sobre

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  la forma en que en ese trabajo a bordo, esa

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  tensión entre lo moderno y posmoderno En Primer lugar.

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  Debo aclarar que no desconozco el potencial crítico emancipador del

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  proyecto moderno, pero lo comprendo como un proyecto al que

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  le serían inherentes también unas sombras de los peligros que

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  justamente identificó en ese trabajo siguiendo Castro va a hombres

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  como unas patologías.

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  En segundo lugar, En cuanto a la llamada posmodernidad, debo

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  decir que no suscribo aquí una posición críticamente optimista.

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  Consideró que se trata de un concepto equivoco y que

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  de la misma forma de que es usado para referirse

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  a una cierta desviación y pérdida de rumbo con relación

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  al proyecto moderno, es también usado para referirse a un

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  cierto potencial crítico de un pensamiento contemporáneo que, en mi

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  opinión, ejerció una sana actitud escéptica frente a dicho proyecto

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  moderno. Y de esa manera, al mismo tiempo que reivindicó

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  ese potencial, criticó a partir del cual me aproximo al

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  problema aportado en este texto problematizadora, que podría considerarse como

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  una profundización Pos moderna de las mencionadas patologías de la

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  modernidad que tendría lugar por la vida de lógica, es

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  eminentemente neoliberal.

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  En tercer lugar, he dicho ya que identificó en ese

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  trabajo como una de esas patologías de la modernidad, una

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  racionalidad de la violencia.

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  Y al mismo tiempo, afirmó que la profundización, pues, moderna

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  de hechas patologías de la modernidad, traería consigo formas, quizá

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  esas hierbas de esa racionalidad de la violencia.

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  Con esos presupuestos teóricos me aproximé a documentos de políticas

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  educativas expedidas por el Ministerio de Educación Nacional y por

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  el Estado colombiano durante el periodo durante las dos administraciones

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  de Álvaro Uribe Vélez sigue muy bien las dos de

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  Juan Manuel Santos políticas relacionadas con el tema de la

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  formación ciudadana en Colombia.

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  En primer lugar, identifique que la figura moderna de la

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  subjetividad hacía su aparición en esos documentos bajo el enunciado

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  que postula la formación de ciudadanos moralmente autónomos como uno

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  de los ideales educativos del Estado colombiano.

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  Pero es ideal de la autonomía, nos remitiría a una

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  inversión kantiana que justamente contribuye a sentar las bases del

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  Iluminismo. El problema con dicho ideal es que funda la

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  ley moral sobre lo que podríamos considerar el menosprecio de

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  la astronomía y, por lo tanto, sobre la consideración de

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  la presencia del otro como un obstáculo para la libertad

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  moral. Y bajo ese prisma, consideró que el sujeto de

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  bien inhumano, es decir, mera afirmación ontológica de sí mismo

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  que excluye toda consideración ética de la alteridad.

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  Y lo que puede constatar es que los documentos analizados

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  mantienen acríticamente Es ideal iluminismo coexistiendo con el imperativo contemporáneo

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  de la pluralidad y la valoración de las diferencias y

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  sin que tenga lugar allí una reivindicación de la heteronomía

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  en lo que podría considerarse como una necesaria reformulación del

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  ideal de los dos mil.

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  Y esto plantearía el peligro de configurar la subjetividad política

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  bajo un paradigma inmunológico que no sería otra cosa que

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  una cierta violencia de la negatividad que opera a partir

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  del rechazo y la negación del otro.

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  Y que en este paradigma se consigue ese otro como

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  enemigo que amenaza la mismidad Mis mediante el individuo, la

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  Smith la misma ante el grupo Por.

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  Otra parte Me parece que a través de los enunciados

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  contemporáneos que, junto a la exaltación de las diferencias, enfatizan

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  en la necesidad de adquirir unas competencias y habilidades para

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  hacer frente a los desafíos del mundo globalizado.

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  Asistiríamos también a una exacerbación del individualismo presentes ya en

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  el sujeto autónomo y, por lo tanto, a un peligro

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  de exacerbación de la racionalidad de la violencia que asociado

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  a dicho sujeto.

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  Y es que los desafíos para los que se pretende

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  preparar a la infancia y la juventud no son otros

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  que los del mundo del mercado y en el que

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  lo social termina su coordinador económico, como parece de forma

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  explícita en los documentos.

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  De ese contexto El, paradigma de las competencias que en

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  la actualidad parece presentarse como el paradigma educativo dominante, remitiría

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  un modelo que, en gran medida podría considerarse economicista instrumental

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  del sujeto político y en el corazón de hecho, modelo.

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  El imperativo de la competitividad abriría el camino a lo

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  que podría considerarse como una profundización del individualismo que la

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  posmodernidad remitiría un aislamiento cada vez mayor de ese sujeto

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  autónomo de la modernidad.

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  En este nuevo paradigma, la violencia que ya en la

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  modernidad se había trasladado al interior de la propia subjetividad,

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  tal como lo plantea bien surjan en su apología de

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  la violencia, deja de dirigirse al otro y pasa a

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  dirigirse hacia el propio sujeto, con la consecuente desaparición y

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  supresión de la alteridad.

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  Ya manera de conclusión.

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  Simplemente quisiera señalar lo que me parece una paradoja constitutiva

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  de la escuela que se evidencia a partir de los

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  análisis expuestos y que quizá no sea problematizadora suficiente a

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  nivel de las políticas educativas que cada vez con mayor,

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  como con mayor fuerza, plantea la importancia de la diversidad

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  de las diferencias.

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  Y es que, indudablemente, el intento de darle un lugar

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  protagónico en la cuestión de la alteridad en los discursos

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  y las prácticas educativas contemporáneas es una tarea que, me

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  parece desafía a los orígenes mismos de la escuela en

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  la medida en que, como bien se sabe, éstas se

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  habría constituido como una institución eminentemente moderna y con una

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  finalidad fundamentalmente normalizadora Yo mojé Niza esa manera.

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  Creo pertinente cerrar esta presentación planteando una pregunta que quizá

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  no ha terminado ese respondido Es posible una experiencia de

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  la arteria del radical en la escuela actual?

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  Con esa pregunta cierra esta reflexión.

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  Esto era lo que tenía para decirles el día de

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  hoy. Agradezco mucho su atención