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ENRIQUE GONZALES TORRES
Las conductas innatas o reflejas son unas de los primeros tipos de conducta que realizamos en nuestra vida, y se caracterizan por ser aquellas que aparecen en la persona o ser de manera natural y derivada de nuestra genética, sin que nadie nos las haya enseñado antes. Un ejemplo de ello lo encontramos en reflejos como el chuparse el dedo o mamar cuando somos bebés.
Otro de los principales tipos de conducta es la conducta adquirida o aprendida, la cual se define como todo aquel tipo de acción que no surge de manera natural en la persona o animal si no que es aprendida a lo largo de la vida. Este aprendizaje puede ser inculcado por la propia experiencia o bien transmitido o modelado a partir de la observación del comportamiento de otros.
La conducta observable o manifiesta es aquella que se puede ver a simple vista desde el exterior. Se trata de comportamientos que llevamos a cabo y que implican algún tipo de movimiento por nuestra parte en relación con el medio que nos rodea.
Tal y como hemos comentado con anterioridad, cosas como imaginar, pensar, recordar o fantasear son actos o comportamientos que no pueden apreciarse a simple vista desde el exterior, pero no dejan de ser actos que llevamos a cabo. Se trata de las conocidas como conductas encubiertas.
Otro tipo de clasificación de conductas que puede aplicarse tiene que ver con la presencia o ausencia de voluntariedad a la hora de llevarlas a cabo. Las conductas voluntarias son todas aquellas que el sujeto que las realiza lleva a cabo de manera consciente y de manera acorde a su voluntad.
Por otro lado, las conductas involuntarias son todas aquellas que se llevan a cabo de manera intencional. Por lo general ello incluye principalmente las conductas reflejas: retirar la mano de un fuego que nos quema, respirar o el conjunto de reflejos de los cuales disponemos desde el nacimiento.
Entendemos como conductas adaptativas a todas aquellas que permiten a aquel que las realiza adaptarse de manera más o menos eficiente al medio que le rodea, de manera que su realización resulta una ventaja y facilita la supervivencia y el ajuste y bienestar del sujeto.
Existen también conductas que dificultan que el sujeto se adapte al medio y que le pueden generar malestar o dificultar su funcionamiento en el entorno en el que se encuentra.
Estas serían las denominadas conductas desadaptativas, las cuales tienden a causar sufrimiento y que por lo general resulta deseable modificar (aunque a veces es difícil o el propio sujeto no quiere hacerlo).
Se denomina conducta apetitiva o de aproximación a aquel conjunto de acciones llevadas a cabo con aproximarse a un objetivo determinado, el cual motiva y activa al sujeto a actuar.
Se trata del conjunto de acciones que llevamos a cabo con el fin de conseguir obtener el objetivo, meta o gratificación que nos mueve a la actuación, y que nos permiten dar por finalizada un patrón o serie de acciones o comportamientos para lograrla.
Se entiende como conducta pasiva a aquel conjunto de comportamientos vinculados a la manera de relacionarse con el entorno que nos rodea y con el resto de nuestros semejantes, caracterizado por una supresión o minimización de los propios deseos y necesidades en favor de las de los demás.
Aparecen generalmente debido a una necesidad o deseo de ser apreciado o evitar el conflicto que podría suponer la expresión de la propia voluntad.
Se entiende como conducta agresiva a aquella en la que la obtención del propio beneficio o la gratificación de las propias necesidades se pone por delante del bienestar de los demás, con indiferencia a que ello supongo un perjuicio para el resto.
La conducta asertiva es aquella que tiene un equilibrio entre la agresiva y la pasiva: el sujeto defiende su punto de vista y sus intereses, pero teniendo en cuenta y valorando la opinión y las necesidades del resto. Permite la negociación y llegar a un punto de acuerdo, e integra la reafirmación y expresión de necesidades y opiniones con el respeto por los propios de los demás.
Más conocida como respuesta incondicionada, se trata del tipo de conducta que el sujeto realiza de manera innata y natural al presentarse un estímulo de por sí apetecible o aversivo, hacia el que hay una tendencia a acercarse o a alejarse dependiendo del caso.
Se denomina como tal a todo aquel tipo de conducta que se lleva a cabo con el propósito de obtener o conseguir un determinado bien, objetivo o meta. Se relaciona también con el conductismo, en este caso con el propio del condicionamiento operante de Skinner: llevamos a cabo una conducta debido a la previsión de que su realización nos permite recibir reforzamiento o bien evitar castigos.