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Horizonte preclásico, clásico y pos clásico.

Los teotihuacanos fueron grandes agricultores y artesanos. Sus obras arquitectónicas, artísticas y artesanales aún nos maravillan gracias a las pirámides del Sol y la Luna, las espléndidas pinturas y grabados en piedra de sus templos y casas, y su cerámica, misma que se convirtió en un modelo a seguir por la mayoría de los pueblos mesoamericanos.

Hacia el año 750, Teotihuacan fue invadida y parcialmente destruida por guerreros provenientes de Aridoamérica. Comenzaba el principio del fin, mismo que llegaría con el abandono de la ciudad debido a la sublevación de las poblaciones tributarias y la crisis ecológica. Tras estos fenómenos, su población emigró a otras regiones de Mesoamérica y llevó consigo su cultura.

Horizonte Posclásico

Los teotihuacanos -al igual que los olmecas- influyeron de manera decisiva en Mesoamérica; las evidencias de su importancia se encuentran incluso en territorios pertenecientes a Aridoamérica, tal es el caso de los vestigios hallados en Chihuahua, Durango, Nayarit y Zacatecas.

Esta etapa marca el fin del mundo prehispánico. En ella, las civilizaciones mesoamericanas se transformaron y crearon las últimas grandes culturas: los toltecas, los mexicas y los tarascos.

Uno de los rasgos sobresalientes del Horizonte Posclásico fueron las grandes migraciones, principalmente la de los chichimecas de Aridoamérica, mismas que transformarían de manera definitiva el fértil territorio que ocupaba Mesoamérica.

Los mexicas fueron el último grupo náhuatl que penetró al Valle de México, donde fundaron Tenochtitlan y crearon el más vasto imperio de Mesoamérica, mismo que vio su ocaso tras la derrota que sufrieron a manos de los españoles en 1521

Horizonte Clásico

Las civilizaciones más importantes del periodo Clásico en Mesoamérica fueron la teotihuacana, la maya y la zapoteca, aunque las dos últimas continuaron su desarrollo durante el Horizonte Posclásico.

La civilización teotihuacana es considerada como la más representativa del Horizonte Clásico. Su vida se prolongó durante poco más de diez siglos y alcanzó su esplendor entre los años 300 y 600.

El proceso de crecimiento aldeano, que tuvo lugar en varias partes de Mesoamérica, habría de culminar con el establecimiento de la cultura olmeca. Surgida en tierras cálidas y húmedas de la costa del Golfo de México, esta cultura estuvo favorecida por la abundancia de agua; su poder y vigorosa influencia se extenderían por toda el área y más allá de sus fronteras.

Horizonte preclásico

El horizonte "Formativo" o "Preclásico" abarca desde el 1,500 a.C., cuando comenzaron a desarrollarse las primeras aldeas agrícolas, hasta el año 200 d.C, periodo en el cual se consolidó una de las grandes civilizaciones de Mesoamérica: la olmeca.

La agricultura cambió la forma de vivir de la gente; le permitió establecerse en aldeas y comenzó una forma de vida sedentaria pues la cosecha aseguraba comida para todos y ya no hubo necesidad de ir de un lugar a otro en busca de alimento. Poco a poco la población aumentó y las aldeas crecieron. Sus habitantes aprendieron a hacer ollas, cántaros y platos de barro.

Trabajaban la piedra y domesticaron animales como el guajolote, el pato y un perro llamado "itzcuintli".

Con el tiempo, algunas aldeas se convirtieron en ciudades y centros ceremoniales como Cuicuilco, construido a orillas de uno de los lagos que había en la cuenca del valle de México. En el Preclásico, Cuicuilco fue el poblado más importante de esa región. De esa población sólo se conserva una pirámide de base circular, rodeada por el pedregal que formó la lava del Xitle, un pequeño volcán en las faldas del Ajusco cuya erupción destruyó el sitio.

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