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(Lv. 26.14-46)
15 Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán.
16 Maldito serás tú en la ciudad, y maldito en el campo.
17 Maldita tu canasta, y tu artesa de amasar.
18 Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas.
19 Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir.
“Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir. Jehová derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti. Jehová te enviará su bendición sobre tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da. Te confirmará Jehová por pueblo santo suyo, como te lo ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tú Dios, y anduvieres en sus caminos. Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán. Y te hará Jehová sobreabundar en bienes, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, en el país que Jehová juró a tus padres que te había de dar. Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a muchas naciones, y tú no pedirás prestado. Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo, si obedecieres los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas, y si no te apartares de todas las palabras que yo te mando hoy, ni a diestra ni a siniestra, para ir tras dioses ajenos y servirles”.
Deuteronomio 28:1-14
El primer beneficio que obtenemos de ser obedientes a su palabra es que nos convierte en personas sabias. Moisés enseño a Israel los estatutos y decretos de Dios con el fin de que los pusieran por obra ya que en ellos encontrarían la sabiduría y la inteligencia. De igual forma nosotros podemos encontrar la fuente de toda la sabiduría en la palabra de Dios y el hecho de obedecerla nos puede ayudar a tener una mejor vida. Todas nuestras decisiones deberían estar influenciadas por su palabra, de hecho, muchos de los males actuales de la sociedad se debe a que no obedecieron su palabra, por ejemplo:
1. Muchos viven endeudados pagando prestamos que no hicieron por el hecho de ser fiadores, ahora están encadenados a esta maldición, ignorando así su palabra en Proverbios 6:1-6.
2. Miles de hogares destruidos y aun las mismas personas infieles sufren las consecuencias del adulterio por no obedecer la palabra de Dios en Proverbios 5:3-4.
3. En general, toda obra mala que el hombre realiza trae dificultades y sufrimiento a la vida de los seres humanos, desobedeciendo así su palabra que dice que alma que pecare morirá (Ezequiel 18:20).
Desde pequeños se nos exhorta a ser obedientes en todo lo que se nos enseñe. Lo escuchamos de nuestros padres, de nuestros maestros en la escuela, en la iglesia y de hecho el país se rige por una serie de leyes que como ciudadanos debemos obedecer. Esta exhortación también la encontramos en la Biblia. Dios nos anima a no olvidar su ley y guardarla en nuestro corazón:
En este artículo reflexionaremos acerca del tema de la obediencia. Para empezar, vamos a ir a Romanos 6:15-18 que dice:
Romanos 6:15-18
“¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.”
De acuerdo a este pasaje, uno es siervo de aquel a quien se obedece, con dos posibilidades disponibles: ya sea, obedeciendo al pecado, siendo esclavo del pecado o obedecer de corazón a Dios y Su doctrina, siendo siervo de la justicia. En otras palabras, no importa qué tan activos estemos en actividades religiosas, lo que importa es qué tan OBEDIENTES le somos a Él; porque es nuestra obediencia y al que obedecemos lo que determina al que en realidad servimos.
Es frecuente durante la adolescencia un cambio de actitud ante la obediencia a los padres y por parte de la familia solo cabe poner mucha comprensión y mucha firmeza en el mantenimiento de los límites, limites sobre toda la actuación de su hijo, y que deben ser premiados cuando son respetados y castigados cuando no lo son.
También los castigos y los premios deberian ser fruto de un acuerdo padres/hijos.
La obediencia forma parte del aprendizaje del control y regulación de la conducta, de la asimilación de las reglas, primero en el plano externo, haciendo las cosas como el adulto le dice para agradarlo, y ganarse su aprobación y elogio; y, posteriormente, si el niño es debidamente estimulado por el adulto, por propio deseo, aprendiendo a controlar su conducta y cumplir las reglas de manera consciente, ya no para agradar a nadie sino por la satisfacción que esto le produzca. El aprender a ser obediente consiste también en que se explique el por qué es necesario que se haga las cosas que se le pidan.