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Efectivamente Pisístrato gobernó con moderación y benevolencia, que le atrajo las simpatías del pueblo. Supo dominar las querellas políticas; embelleció la ciudad con templos como los de Zeus Olímpico y de Apolo, además de caminos y el Liceo. Construyó el primer acueducto de Atenas y nuevos mercados; Dio facilidades para el comercio y la industria; según la tradición, fue el primero en mandar escribir los poemas de Homero, la Ilíada y la Odisea.
Se hizo de nuevo con el poder y gobernó durante cinco años (559-556 a. C.). Su negativa a tener hijos con la hija de Megacles, para no perjudicar a sus hijos mayores, Hipias e Hiparco, condujo a que sus dos enemigos se volvieran a aliar y lo expulsaran y confiscaran todos sus bienes.
En el 561 se presentó ante los atenienses reunidos en el ágora, anunciando que había sido víctima de un ataque propiciado por sus enemigos políticos, y de que se salvó de milagro. Uno de sus partidarios propuso que se le concediera una guardia personal para su protección, y la asamblea popular le entregó cincuenta hombres armados con garrotes, que empleó para tomar la Acrópolis en una audaz acción y dar un golpe de Estado, convirtiéndose en tirano.
Hijo de Hipócrates, un filósofo y profesor perteneciente a una familia aristocrática ateniense cercana al legislador Solón, Pisístrato se distinguió en la guerra contra Megara (c. 570-565), dirigiendo el ejército ateniense como polemarca. Logró recuperar Salamina y conquistar la ciudad de Nisea, el puerto de Megara. Sus acciones y su amistad con Solón le valieron un lugar destacado en la política ateniense, que pronto sabría explotar.
Cuando Solón abandonó Atenas, la sociedad quedó dividida en dos
grupos políticos: los que deseaban un gobierno oligárquico y los que
querían mantener las reformas de Solón.
Pisístrato aprovechó su fama y popularidad para formar un tercer grupo, el de los diakrioi o hyperakrioi, formado principalmente por gente humilde, que quería reformas radicales a sus problemas.