Sin la fe no sería posible tener ningunas relaciones de importancia con nuestros semejantes. En el comercio, en la ciencia, en las relaciones comerciales y sociales, en cualquiera esfera de la vida es necesaria la fe.
El que se proclama “el más incrédulo” constantemente basa los actos de su vida sobre una clase de fe, de otra manera no podría vivir ni un día sobre la tierra. No digo que él tenga fe en Dios; pero en los principios fundamentales que en todo caso nos liga con el universo de Dios, es necesario tener fe.
Un elemento fundamental en la fe es la confianza. Si no hay confianza no puede haber fe. Como resultado de la confianza hay un apoyo en el objeto de esta confianza.
Hay la evidencia de los sentidos, de la memoria, de la conciencia, del testimonio, de axiomas y de conclusiones de razonamiento. Todas estas operaciones de la mente concuerdan en que según su sentido producen un grado de creencia en la mente humana.
Nuestra relación con la gente es la creencia; en la creencia hay un sin número de grados desde la más ligera sospecha hasta la más completa confianza. El grado de credulidad depende de la evidencia que nos da la base de creer.
Esta es la fe que nos trae salvación.
Se ve siempre que es el ejercicio de un ser inteligente y responsable.
Por tener los ojos abiertos por el Espíritu Santo, vemos a Cristo nuestro sustituto muerto por nosotros, por nuestros pecados; y que Dios en el nombre de Cristo Jesús nos ofrece la justificación y la vida eterna por medio de la fe en su Hijo.
La primera visión de Cristo en este sentido como nuestro sustituto es la visión que el Espíritu Santo nos concede.
En esta visión de Cristo lo aceptamos como nuestra Vida, nuestro Salvador y nuestro sustituto y el Rey de nuestros corazones.
Una cosa es saber que Cristo murió, y creerlo; otra cosa es confiar en Él, como el Salvador muerto y resucitado, para salvación personal. Es absolutamente necesario el elemento voluntario al recibir a Cristo, con confianza absoluta en Él.
¿Está usted confiando completamente en Cristo para su salvación?
A la vez que siente hambre y sed de justicia de Dios, sintiéndose atraído por un amor profundo hacia la cruz de Cristo.
Romanos 10:10:
Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Por lo tanto en la fe evangélica el pecador se reconoce como pecador justamente condenado y reconoce la misericordia de Dios en la obra de Cristo Jesús. En vista de lo cual se siente humillado, indigno y sin méritos.
Romanos 1:17:
Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
Y en vista de todo eso, el pecador, de todo corazón, esto es, de todo amor y confianza, recibe a Cristo como su sacrificio, su justificación y su vida eterna.
Hebreos 11:6:
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Así que uno debe estar informado antes de poder tener fe. Esto es cierto tanto en las cosas de los hombres, como en las cosas de Cristo.
Romanos 10:17:
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Debemos tener fe en la existencia de Dios, en la inspiración de las Sagradas Escrituras, y comprender nuestra condición como pecadores, sin esperar nada de nuestros propios esfuerzos, que estamos condenados eternamente a causa de nuestro pecado, y que Cristo crucificado es la única esperanza.
Es imposible tener fe en Cristo sin conocerle por la Palabra.
Si no hay amor la fe no es evangélica; aunque no debamos confundir el amor con la fe. La fe debe estar arraigada en el amor.
Las personas pueden saber que hay un salvador por el nombre de Jesús, y creer que El puede salvar. Aun así, esto no es fe salvadora.
Es absolutamente necesario el elemento voluntario al recibir a Cristo, con confianza absoluta en Él como nuestro Señor y Salvador.
Hechos 26:18:
para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.
Es el deseo ardiente de estar en buena relación con Dios, y un amor ha de despertarse no únicamente por nuestro Dios sino por el objeto de nuestra fe al verlo humillarse y sacrificarse por nosotros.