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INTRODUCCIÓN

El término "con-ciencia" supone conocer conmigo y por mí mismo: una suerte de conocimiento que se actualiza en cada proceso de pensamiento (Arendt, 2010: 31).

"El pensamiento tiende a y culmina en la contemplación, y esta no es activa sino pasiva; es el punto donde la actividad mental descansa" (Arendt, 2010: 33).

El modo en que fueron formuladas tanto la filosofía como la metafísica ha perdido su validez: quizá la maldad tenga su causa en la ausencia de pensamiento (Arendt, 2010: 37 y 40).

Resulta clave para nuestra empresa la distinción entre razón e intelecto: Kant distinguió entre estas dos facultades tras describir "el escándalo de la razón", el hecho de que el espíritu no puede obtener un conocimiento cierto y verificable sobre temas e interrogantes en los que, sin embargo, no puede dejar de pensar (Arendt, 2010: 40).

"De ahí que la diferencia entre las facultades pensar e intelecto coincidan con la distinción entre dos actividades mentales, pensar y conocer, y con dos preocupaciones también diversas: significado, para la primera categoría, y cognición para la segunda" (Arendt, 2010: 41).

El pensamiento y la razón no se ocupan de lo mismo que el intelecto: "la necesidad de la razón no está guiada por la búsqueda de la verdad, sino por la búsqueda del significado. Y verdad y significado no son una misma cosa". La falacia estriba en interpretar el significado según el modelo de verdad (Arendt, 2010: 42).

"Poner entre paréntesis la realidad ha sido una de las mayores tentaciones de los "pensadores profesionales" hasta que Hegel, uno de los más grandes, fue incluso más allá y edificó su filosofía del Espíritu del Mundo a partir de las experiencias del yo pensante: al reinterpretar este yo desde el modelo de la conciencia de sí llevó el mundo entero a la conciencia como si, en esencia, a que no fuera más que un fenómeno mental" (Arendt, 2006: 179-180).

El prensar --sobre el sueño de Escipión-- se presenta aquí como un razonamiento secuencial que te eleva hasta una perspectiva externa al mundo de las apariencias y a tu propia vida. Se recurre a la filosofía para compensar las frustraciones de la política y, más en general, de la vida misma (Arendt, 2006: 183).

El pensamiento abandona el mundo de las apariencias: sólo porque supone una retirada puede emplearse como un instrumento de evasión (Arendt, 2006: 185).

"La primera cosa que nos sorprende de los diálogos socráticos de Platón es que son aporéticos" (Arendt, 2006: 192).

No es que no teniendo problemas, los genera a los demás --Sócrates--, sino que, estando totalmente imbuido de problemas, también hago que lo estén los demás: lo cual resume nítidamente la única forma en que puede enseñarse el pensamiento: se trata de un instinto bastante distinto al de descifrar enigmas --Platón-- para luego presentárselos a los otros (Arendt, 2006: 195).

Sócrates no es un filósofo: se limita a enseñarles a los hombres que nadie lo es, una "ocupación" que no le deja tiempo para dedicarse a los asuntos públicos o privados (Arendt, 2006: 196).

¿QUÉ NOS HACE PENSAR?

Una parte de la respuesta se basa en la convicción de que la filosofía permite a los mortales morar cerca de lo inmortal y "alimentarse de la inmortalidad en tanto es posible a la naturaleza humana participar" --Platón--. Un espectáculo donde los hombres, "los parientes pobres de los moradores del Olimpo, deseaban participar" (Arendt, 2006: 151 y 152).

Sin espectadores el mundo seria imperfecto: los asuntos humanos producen una armonía que no es accesible a través de la percepción sensible, "y este invisible en lo visible permanecería desconocido para siempre si no hubiera un espectador que lo cuidase, lo admirase, ordenase las historias y las pusiese en palabras" (Arendt, 2006: 155).

El recuerdo revela el significado en forma de una historia: "y lo que ve con sus ojos ciegos y pone en palabras es la historia, no el hecho mismo ni al que actúa, por mucho que la fama de éste llegue hasta el cielo" (Arendt, 2010: 155).

El ser reemplazó para los filósofos a la mera inmortalidad de los dioses olímpicos; no se podía confiar en la inmortalidad de lo dioses: aquello que había llegado a ser, también podía dejar de ser (Arendt, 2010: 157).

El hombre qua hombre es un compuesto de nous y logos. El nous le permite participar de lo eterno y lo divino mientras que el logos, destinado a decir lo que es, se aplica al mero "pensamiento mortal", es decir a las opiniones, a lo que simplemente "parece" pero no es (Arendt, 2010: 159-160).

Esta meta, la meta de la inmortalidad del pensamiento, desapareció con la llegada del cristianismo anunciando que "el mundo tenía un fin" pero que sus cuerpos resucitarían tras la muerte (Arendt, 2010: 161).

Incluso Hegel, quién convirtió a la historia en el objeto de su investigación --mediante la encarnación del espíritu absoluto--, enfocó el objetivo de la filosofía no en la inmortalidad, sino en la necesidad: "la consideración filosófica no tiene otro designio que eliminar lo contingente" (Arendt, 2010: 161).

El asombro que pone en marcha el pensamiento no es la confusión; es un asombro admirativo. La admiración llevó a pensar en palabras, que por cierto son bastante fuertes para disipar los errores e ilusiones a los que están sometidos nuestros órganos de lo visible (Arendt, 2010: 165-166).

"Lo que nos importa para nuestro análisis es que en ambos casos el pensamiento se ocupa de cosas invisibles que, sin embargo, están indicadas por apariencias; invisibles que están presentes en el mundo visible de un modo muy parecido al de los dioses homéricos, los cuales sólo eran visibles para aquellos a los que ellos se acercaban" (Arendt, 2010: 174).

Hegel: "de la escisión, desde el desgarro brota el pensamiento"; es decir de la necesidad de reconciliación. El rasgo romano es que el pensamiento no surge de la necesidad de la razón, sino que tiene su raíz en la infelicidad, resulta ilustrativo (Arendt, 2010: 175-176).

El pensamiento nace de la desintegración de la realidad y de la escisión resultante entre hombre y mundo, de donde brota la necesidad de otro mundo, más armónico y mucho más significativo (Arendt, 2006: 176).

"No hay pensamientos peligrosos; el mismo pensar lo es". El no-pensar también entraña peligros (Arendt, 2006: 199-200).

"Sólo la gente inspirada por el eros socrático, este amor a la sabiduría, la belleza y la justicia, es capaz de pensar y digna de confianza" (Arendt, 2006: 202).

Sobre el problema del "dos-en-uno":

No soy sólo para los otros sino también para mí mismo y, en este último caso, claramente no soy uno. En mi unicidad se incerta la diferencia. Cuando decimos lo que es una cosa debemos decir también lo que no es, o de lo contrario caeríamos en la tautología: toda determinación es negación (Arendt, 2006: 205-206).

La diferencia y la alteridad son las auténticas condiciones para la existencia del yo mental humano pues, e realidad, este yo sólo existe en la dualidad (Arendt, 2006: 209).

El yo pensante no piensa algo, sino sobre algo, y este acto es dialéctico: se desarrolla bajo la forma de un diálogo silencioso. "Sin la conciencia, en el sentido de la autoconciencia, el pensamiento no sería posible" (Arendt, 2006: 210).

Es propio de las personas perversas estar en conflicto consigo mismas: ¿qué tipo de diálogo puedes tener contigo mismo si tu alma no está en armonía sino en guerra? La gente mala --diga lo que diga Aristóteles-- no está llena de remordimientos" (Arend, 2006: 211-213).

"El pensamiento acompaña a la vida y es, en sí mismo, la quintaesencia desmaterializada del estar vivo": la facultad de juzgar particulares no coincide con la facultad de pensar. "El pensamiento opera con lo invisible, con representaciones de cosas que están ausentes; el juzgar siempre se ocupa de cosas y particulares que están a la mano. No obstante ambas están interrelacionadas" (Arendt, 2006: 215).

¿Qué es el pensamiento con respecto al tiempo?

"Una especie de tiempo fuera del tiempo, en el que los hombres pueden engendrar obras atemporales y, gracias a ellas, trascender su propia finitud" (Arendt, 2006: 230).

Me he sumado, desde hace tiempo, a las filas de aquellos que deseean desmontar la filosofía y la metafísica con todas sus categorías; "tal desmantelamiento sólo es posible si partimos del supuesto de que el hilo de la tradición se ha roto y que no seremos capces de renovarlo" (Arendt, 2006: 231).

"Lo que en realidad se ha derrumbado es la trinidad romana que durante siglos unió religión, autoridad y tradición" (Arendt, 2006: 231).

Lo que se ha perdido es la continuidad del pasado tal y como parecía transmitirse de generación en generación, desarrollando su propia cohesión en el proceso (Arendt, 2006: 231).

"Lo que está en guerra no es la carne y el espíritu, sino el espíritu, como voluntad, consigo mismo; el yo más profundo del hombre se dirige contra sí mismo". Desde luego no es posible abordar el problema de la voluntad sin abordar el problema de la libertad (Arendt, 2006: 233).

¿DÓNDE ESTAMOS CUANDO PENSAMOS?

"Las esencias no pueden localizarse": lo esencial es lo que pueden aplicarse en todas partes, y este "en todas partes", desde una perspectiva especial, ocurre en ningún lugar (Arendt, 2006: 219).

"Los filósofos aman este ningún lugar como si se tratara de un país", y como este ningún lugar no es un absoluto idéntico puede concebirse como el vacío (Arendt, 2006: 220).

"El en todas partes del pensamiento es, en verdad, un ningún lugar". Tal vez nuestra pregunta sea errónea --¿dónde estamos cuando pensamos?-- pues, al preguntarnos por el topos del pensamiento, hemos olvidado la intuición kantiana de que "el tiempo no es otra cosa que la forma del sentido interno" (Arendt, 2006: 221).

"Quién está en el instante --sobre el pórtico y la larga calle hacia atrás y hacia adelante-- está girando en dos direcciones: para él, pasado y futuro corren uno contra otro" (Arendt, 2006: 224).

"La brecha entre pasado y futuro sólo se abre en la reflexión, cuyo objeto es lo que está ausente, ya sea porque ha desaparecido o porque todavía no ha aparecido". La actividad del pensamiento puede entenderse como una lucha contra el tiempo mismo (Arendt, 2006: 225).

En esta brecha entre pasado y futuro encontramos nuestro lugar en el tiempo cuando pensamos, es decir cuando tenemos la suficiente distancia del pasado y del futuro para confiarnos la responsabilidad de descubrir su significado, de asumir el papel de árbitros o jueces de los distintos asuntos sin fin de la existencia humana en el mundo, sin llegar jamás a la solución de los enigmas (Arendt, 2006: 229).

THE LIFE

OF THE MIND

HANNAH ARENDT

1971-1978

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