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Roma, una pequeña ciudad del centro de la península itálica, conquistó y dominó todas las tierras que rodean el mar Mediterráneo, constituyendo un imperio de una extensión sin precedentes, desde el desierto de Arabia y los montes del Cáucaso hasta la península Ibérica, y desde el desierto africano hasta Britania y los ríos Rin y Danubio. Roma dotó a toda esta diversidad de pueblos de un alto grado de unificación política, social y cultural. A través de este proceso de romanización, estos territorios se integraron, en mayor o menor grado, en un marco de civilización común.
La historia de Roma arranca con la mítica fundación de la ciudad en el 753 aC y acaba con la caída del Imperio de Occidente en el 476 dC. La influencia de Roma sobrevivió a su poder político, dejando su huella incluso en algunos de los factores que provocaron su desintegración como el cristianismo y los pueblos germánicos. En el siglo V, tras la caída del Imperio romano de Occidente ante los grupos germánicos invasores, que dio lugar a la instauración de una serie de reinos germanos, la Iglesia conservó la herencia romana. La romanización del Imperio había sido tan completa que hoy día los lenguajes que se derivan del latín se hablan en varios países de Europa occidental: Portugal, España, Francia, Bélgica, Italia, Suiza e incluso en Rumanía.
En Hispania (España), uno de los territorios donde dejaron más huella, los romanos nos legaron un extraordinario patrimonio arqueológico, el idioma (el castellano, el catalán y el gallego son lenguas procedentes del latín), la estructura urbanística (la mayoría de las ciudades se fundaron entonces), el derecho e incluso la red básica de carreteras.
Al contrario que la Hélade, a principios de la Edad del Hierro la península itálica estaba fragmentada en numerosos grupos étnicos y lingüísticos. Mezclados entre las primeras culturas neolíticas, hubo varios grupos de indoeuropeos que se infiltraron en el norte de Italia a finales del 2000 aC y posteriormente se expandieron por toda la península. El más numeroso de estos grupos fueron los itálicos. La importante cultura de Villanova, en la Edad del Hierro se desarrolló al norte y tuvo un gran impacto en las regiones vecinas. Probablemente durante el siglo X aC, los etruscos, o al menos su clase dirigente, emigraron desde Asia Menor. Se establecieron en Italia central y septentrional y crearon una civilización compuesta por elementos villanovianos y orientales. A esto se añadió una intensa influencia de la civilización griega, incluido el alfabeto, procedente de las colonias griegas del sur.
De entre todos los pueblos de la Italia prerromana, el más importante con mucho es el de los etruscos. Su procedencia resulta todavía incierta. Lo único seguro es que ya hacia el I milenio a.C. estaban presentes en la actual Toscana, con un alto grado de civilización y un florecimiento económico destacable. En nada afecta a la absoluta originalidad de su cultura si llegaron por mar desde Asia Menor, como decían Heródoto y la tradición griega, o a través de los Alpes, mezclados con las oleadas migratorias de los pueblos más antiguos de la península, o bien si eran autóctonos, es decir, residuo de un grupo étnico originario al que se sobrepusieron sucesivas invasiones
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La civilización etrusca se desarrolló inicialmente (siglo VIII a.C.) en la zona costera meridional, en torno a los centros de Caere (actual Cervetere), Tarquinia, Bisencio, Vulci, Vetulonia, Populonia, Volterra y Veio. Estos centros gozaban de una floreciente actividad económica, que incluía el aprovechamiento de las minas de la isla de Elba y de las colinas Metalíferas, el comercio de metales en bruto y elaborados, el cultivo de la tierra y la cría de ganado. En el terreno político, cada centro era independiente y celoso de su propia autonomía. ¿A qué nos recuerda?
¿Cómo estaban organizados los centros etruscos?
Los centr...
¿Cómo estaban organizados los centros etruscos?
Los centros etruscos estaban organizados en ciudades-estado autónomas, semejantes a las polis griegas. En un principio estaban gobernadas por un lucumón, un rey electo con cargo vitalicio, que contaba con la ayuda de un consejo de ancianos integrado por miembros de las familias más nobles. Las ciudades, independientes las unas de las otras, estaban unidas entre sí únicamente por vínculos federativos, como la liga que tenía su sede en el templo de Voltumna.
Expansión etrusca: a partir del siglo VI a.C.
A partir del siglo VI a.C. comienza la historia de la expansión etrusca. Dominadores ya del mar Tirreno con sus poderosas flotas, los etruscos atravesaron el Lacio y llegaron hasta la región de Campania, donde conquistaron las ciudades de Capua, Acerra y Nocera y la fértil llanura circundante, al abrigo de las poderosas colonias griegas de Cumas y Nápoles, que cerraban el camino hacia la costa. A continuación, se expandieron hacia el norte, por Romaña, Emilia y Lombardía oriental, donde fundaron las ciudades de Felsina (actual Bolonia), Marzabotto, Ravena, Spina, Módena y Mantua con la intención de abrir nuevas vías comerciales hacia oriente, después del bloqueo del mar Tirreno, y aprovechar las tierras de la llanura padana.
Declive del pueblo etrusco: comienzos del siglo V a.C.
A comienzos del siglo V a.C. se advierte ya un cierto declive del pueblo etrusco. Por entonces decaen las ciudades de Campania y la actuación de los griegos del sur conduce a la crisis del comercio etrusco en el mar. Simultáneamente, la llanura padana se ve afectada por la invasión gala y la insurrección de Roma y el Lacio cierra para siempre la posibilidad de llegar a las zonas meridionales. La expansión de Roma acabará no mucho después por someter completamente a las ciudades etruscas (264 a.C.), quitándoles cualquier esperanza de autonomía.
Manifestaciones más interesantes de la civilización etrusca: terreno agrícola, arquitectónico y religioso
Las manifestaciones más interesantes de la civilización etrusca se dieron en el terreno agrícola, arquitectónico y religioso. La religión etrusca se caracterizaba por una multitud de prácticas rituales que superaban a las de cualquier otro pueblo de la antigüedad por la amplitud de su aplicación y la minuciosidad de sus fórmulas. Las ceremonias de fundación y consagración de ciudades y templos, y el arte adivinatoria de interpretar los signos del cielo como manifestación de la voluntad de los dioses, ejercieron una notable influencia en la religión romana. La religiosidad etrusca se expresó a través del culto a los muertos. En la cumbre del panteón etrusco se hallaba la tríada formada por Tinia (Zeus), Uni (Hera) y Minerva (Atenea), divinidad importada por los Tarquinos a Roma, que sustituyó en el Capitolio a la máxima tríada divina de la religión romana, formada por Júpiter, Marte y Quirino.
http://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/la-civilizacion-etrusca-era-autoctona_7088
Investigaciones sobre los orígenes de Roma
La historiografía moderna no se ha dado, naturalmente, por satisfecha con este cuenta maravilloso y ha procurado, por medio de la Arqueología, abrirse un camino a través del espeso y enmarañado bosque de la tradición legendaria. Los datos que las investigaciones han proporcionado, son los siguientes: desde la Edad del Cobre, tribus indígenas habitaban las orillas del Tíber. Más al Sur, al pie de la montaña Albana, vivían, desde la primera Edad del Hierro, los latinos, que, agrupados en aldeas, llegaron a formar una liga alrededor del poblado principal, Alba Longa. Una colonia de Alba vino a establecerse en el Palatino, probablemente para vigilar de cerca a los etruscos, que, amenazadores, se aproximaban al Tíber, frontera natural del país latino. Casi al mismo tiempo, atraídos por las facilidades de comunicaciones e intercambio comercial, acudieron los montañeses sabinos a aquel lugar de confluencia de caminos. Así nació una serie de poblados en el Palatino y en las colinas inmediatas, que se federaron en la liga de las siete colinas o Septimontium, germen de la futura Roma.
Para que Roma naciese, fue preciso que entrara en juego el tercer y decisivo elemento: los etruscos, que en su avance en dirección al Sur, a pesar de las precauciones de los latinos, atravesaron el río y avanzaron por el Lacio hasta la Campania. Los etruscos convirtieron la rudimentaria aglomeración septimoncial en una ciudad que tomó un nombre etrusco: Roma, que fue el resultado de la fusión de latinos sabinos y etruscos.
Son pocos, en cambio, los documentos referentes al período monárquico, conocido a través de leyendas de época posterior recogidas por mitógrafos griegos y analistas latinos (siglos III-II a.C.).
Ya se sabía que Roma había sido gobernada por una monarquía y se vinculaba el nacimiento de la ciudad a la llegada de los troyanos a las costas del Lacio después de la destrucción de Troya. La tradición reunía dos series de leyendas: una griega, que giraba alrededor de la historia del héroe troyano Eneas; y otra latina, que unía la fundación a la leyenda de los gemelos Rómulo y Remo. Se hacía coincidir así la fecha de la destrucción de Troya (1184 a.C.) con las vicisitudes de una dinastía albana, cubriendo los años de vida de la ciudad hasta su fundación, fechada hacia 750 a.C.
Siete reyes, según la tradición
De acuerdo con una tradición legendaria, el período monárquico, que se extiende de 753 a 509 a.C., comprende 7 reyes: los cuatro primeros de estirpe latino-sabina, y los tres últimos de estirpe etrusca. Rómulo (753-715 a.C.) fundó la ciudad y creó las instituciones estatales; Numa Pompilio (715-672 a.C.) estableció las primeras disposiciones religiosas; Tulio Hostilio (672-640 a.C.) conquistó la ciudad de Alba Longa imponiendo la primacía de Roma en el Lacio; Anco Marcio (640-616 a.C.) sometió el Lacio meridional y fundó Ostia como puerto de la urbe; Tarquino Prisco (616-578 a.C.) dio pie, mediante la usurpación del poder, al predominio de los etruscos en el Lacio; Servio Tulio (578-534 a.C.) construyó las murallas de la ciudad e instituyó los comicios centuriados, una asamblea popular que reunía a ciudadanos que se distinguían por su riqueza; Tarquino el Soberbio (534-509 a.C.), descrito como un déspota cruel, fue expulsado por una revuelta popular, cerrando así la serie de los siete reyes.
A la hora de aproximarnos a estos momentos primitivos de la historia de Roma siempre lo debemos de hacer con cierta precaución, y es que es difícil comprobar hasta que punto fueron reales o fruto de la imaginación que acompañan a las narraciones sobre la gran Urbe, difícilmente contrastable con la Arqueología.
Resulta curioso ver como determinados hechos con apariencia de veracidad calan hondo en la memoria colectiva de cada sociedad. Esa mezcla de realidad y ficción que nos pueden confundir a la hora de interpretar el pasado. Aunque no hay que negar que nos puede llegar a aumentar el interés sobre la concepción de la Historia que tenían nuestros ante pasados.
RECORDAD, EL CONTRASTE CON FUENTE PRIMARIAS EN LA HISTORIA ES DE GRAN IMPORTANCIA!!!!!!
Los abusos de la dominación extranjera de los reyes etruscos provocaron la sublevación del pueblo romano y la proclamación de la República en el 509 aC, concediendo la suprema autoridad al Senado, encarnación de la aristocracia.
Las instituciones republicanas.
En los siglos siguientes las instituciones se fueron adaptando flexiblemente, a medida que el territorio y la población aumentaban y la sociedad se hacía más compleja.
El Senado es la institución básica del gobierno romano. El Senado fue variando en su composición y funciones, al principio casi totales. Generalmente lo componían 300 patricios, elegidos por cooptación.
Los magistrados principales eran los cónsules (dos, con poderes ejecutivos), los pretores (con poder judicial y administrativo), los cuestores (con poder administrativo sobre la economía) y los censores (con poder sobre el censo de ciudadanos y sobre las costumbres). El dictador asumía todos los poderes por tiempo de un año cuando las circunstancias políticas eran muy peligrosas por invasiones o guerras.
Los plebeyos consiguieron entre los siglos IV y III aC plenos derechos políticos y civiles, entre ellos la elección del tribuno de la plebe (un magistrado que defendía sus intereses con el derecho de veto), una ley común para todos (la ley de las Doce Tablas), el acceso a las magistraturas y al consulado, la abolición de la esclavitud por deudas, y la legalización del matrimonio de los patricios y plebeyos.
El republicano es un periodo de gran expansión territorial: gracias a la fuerza del ejército popular integrado por legiones de soldados que eran pequeños propietarios con derechos políticos, una hábil diplomacia y la energía del núcleo dirigente. Los romanos comenzaron la conquista de las zonas vecinas, y, a principios del siglo IV aC, habían conquistado la importante ciudad etrusca de Veii. Tras un revés temporal causado por la invasión de los galos (una tribu celta), los romanos continuaron anexionándose grandes zonas de Italia; a principios del siglo III aC la mayor parte de Italia central y septentrional era romana. Al contrario que los griegos, los romanos conectaron sus dominios con carreteras y garantizaron la total o parcial ciudadanía a los asentamientos situados fuera de Roma, una política que finalmente dio lugar a una lengua y una cultura más o menos uniformes.
En las llamadas Guerras Pírricas (280-271 aC), Roma consiguió el control de la Italia meridional griega, la llamada Magna Grecia, y, al absorber esta zona, se helenizó en parte.
La conquista puso a Roma en confrontación directa con Cartago, una antigua colonia fenicia del norte de África, por el control del Mediterráneo occidental, en las guerras con Cartago, las famosas tres Guerras Púnicas: la primera en 264-241; la segunda, sobre todo contra Aníbal, en 218-201; y la tercera en 146, Roma obtuvo la victoria y con ella el control de Sicilia (tras tomar la ciudad siciliana de Siracusa en 212), Córcega, Cerdeña, y el norte de África.
Los romanos emprendieron también la conquista de Hispania; al respecto, hay que anotar que el dominio romano de la península Ibérica no fue fácil, pues tardó casi dos siglos (212-25), y entre los episodios de resistencia se hizo célebre la defensa de Numancia, cuyos habitantes prefirieron morir antes de entregarse. Frente a los romanos, el héroe peninsular Viriato inventó un tipo de acción militar que se hizo célebre, la guerra de guerrillas.
La expansión siguió con la rápida anexión de la Galia con Julio César h. 50, el Asia Menor en los dos siglos siguientes al tratado de Apamea con Antioco III (188) y tras la victoria contra Mitrídates de Ponto, la toma de Siria (64) y, al final de la guerra civil la conquista del Egipto de Cleopatra (31)...
No fue una conquista de ritmo continuo, pues a menudo prevalecían tendencias aislacionistas, pues por ejemplo, el Senado aceptó a regañadientes la donación de Pérgamo por Atalo III en 133 e incluso rechazó la de Egipto por Ptolomeo Alejandro I en 88, pero finalmente triunfaron los intereses del partido expansionista compuesto por senadores y caballeros de actividades comerciantes y financieras. En 44 aC, a la muerte de Julio César, Roma controlaba el Mediterráneo, ya directamente o a través de su influencia en los gobernantes nativos. Sólo el imperio de Partia (en el Irán actual) era un contrincante grande e independiente.
Como resultado un enorme botín en oro, plata o esclavos enriqueció a Roma, convertida en el gran centro comercial y financiero del Mediterráneo.
Como resultado un enorme botín en oro, plata o esclavos enriqueció a Roma, convertida en el gran centro comercial y financiero del Mediterráneo.
En este proceso aumentó la diferenciación social, con una clase senatorial poseedora de grandes latifundios, una clase media de caballeros (equites) dedicados a la actividad comercial y financiera, una amplia clase baja de campesinos, a menudo arruinados por las guerras y que entonces se dirigían a la capital para vivir del reparto gratuito de alimentos y, por último, una inmensa masa de esclavos, que eran la principal fuerza de trabajo en la ciudad.
Los esclavos no eran considerados personas sino cosas, propiedades o mercancías, que no podían contraer matrimonio, aunque después pudieron elegir compañera entre las esclavas y vivir en un régimen matrimonial llamado contubernium. Realizaban todo tipo de trabajos: doméstico, agrícola, artesanal... Los esclavos que conseguían la libertad eran llamados libertos, y constituyeron una gran parte de la amplia clase media.
La revolución social agraria de los hermanos Graco (133 y 121 aC), apoyada por los campesinos sin tierras, terminó en un sangriento fracaso y abrió paso a las luchas civiles entre los principales generales del ejército (el nuevo sujeto político dominante) para conseguir la primacía política. Los itálicos se convierten en ciudadanos romanos en 89 aC, tras la guerra itálica que hicieron para conseguir sus derechos. Las rebeliones de los esclavos, varias de las cuales estallaron en Sicilia, aunque la más peligrosa lo hizo en Italia, comandada por Espartaco, fueron reprimidas ferozmente.
http://historiasdelahistoria.com/2012/01/29/espartaco-la-rebelion-de-los-esclavos
En el siglo I aC la forma republicana de gobierno entra en crisis, debido a que la gran extensión del dominio romano y la diversidad de intereses sociales impedían un gobierno consensuado como el republicano. Así aparecen los triunviratos y las guerras civiles entre Mario y Sila, Pompeyo y César, Antonio y Octavio, desapareciendo en el -27, cuando César Octavio es nombrado Augusto por el Senado, iniciándose así el Imperio.
http://www.cienciahistorica.com/2015/08/04/frases-celebres-de-julio-cesar/
Cayo Julio César (Roma, 12 o 13 julio de 100-15 marzo de 44 aC) fue un militar y político romano cuya dictadura puso fin a la República en Roma. Procedente de una de las más antiguas familias del patriciado romano, los Julios, emparentados según la leyenda con la diosa Venus, Julio César fue educado esmeradamente con maestros griegos aunque tuvo una juventud disipada, en la que empezó muy pronto a acercarse al partido político “popular”, al cual le unía su parentesco con Mario, casado con una mujer de su familia. Se ganó el apoyo de la plebe subvencionando fiestas y obras públicas, con el apoyo económico de político más rico de Roma, el ambicioso Craso. Fue acrecentando su prestigio en los diferentes cargos que ocupó.
Julio César regreso de Hispania a Roma (60) y pronto consiguió un gran éxito político al reconciliar a los dos líderes rivales, Craso y Pompeyo, a los que unió consigo mismo mediante un acuerdo privado para repartirse el poder formando el llamado Primer Triunvirato y así oponerse a los optimates, esto es los patricios que dominaban el Senado (60).
Al año siguiente, César fue elegido cónsul (59) y fortaleció su posición casando a su hija Julia con Pompeyo. Las medidas que adoptó vinieron a acrecentar su popularidad: repartió lotes de tierra entre veteranos y parados, aumentó los controles sobre los gobernadores provinciales y dio publicidad a las discusiones del Senado. Pero la ambición política de César iba más allá y, buscando la base para obtener un poder personal absoluto, se hizo conceder por cinco años y posteriormente prorrogar, logrando extender su mandato del 58 al 51, el control de las provincias norteñas de la Galia Cisalpina, la Galia Narbonense y la Iliria, probablemente las más importantes entre los dominios de Roma porque protegían a la península italiana de las invasiones de los pueblos bárbaros.
Acto seguido, César inició la conquista del resto de la Galia, que narró en su famoso libro Comentarios de la guerra de las Gallias (De Bello Gallico), y aseguró su dominio lanzando dos expediciones a Britania y otras dos a Germania, cruzando incluso el Rin. Finalmente sometió la gran rebelión gala acaudillada por Vercingetórix en la batalla de Alesia (52). Con ello llegó a dominar un vasto territorio comparable al que Pompeyo había conquistado en Oriente, y formar un ejército de fieles generales (Marco Antonio sería el más capaz) y fieros veteranos que serían su mejor baza en las siguientes guerras.
Mientras tanto el triunvirato se consolidó en el Convenio de Lucca (56), que aseguraba ventajas para cada uno de sus componentes; pero respondía a un equilibrio inestable, que pronto habría de evolucionar hacia la concentración del poder en una sola mano, desde que Craso murió durante una expedición contra los partos en la sangrienta derrota de Carrae (53).
Poco después la latente rivalidad entre César y Pompeyo no encontró freno una vez muerta (54) su hija Julia, la mujer de Pompeyo, que contrajo nuevas nupcias con una joven de familia optimate. El prestigio y el poder alcanzados por César preocuparon a Pompeyo, elegido cónsul único en Roma por los optimates en medio de una situación de caos por las luchas entre partidarios de ambos bandos (52). Conminado por el Senado a licenciar sus tropas, César prefirió enfrentarse a Pompeyo, a quien el Senado había confiado la defensa de la República como última esperanza de salvaguardar el orden oligárquico tradicional.
Julio César marchó con sus legiones hacia Roma y tras pasar el río Rubicón (donde pronunció la famosa frase Alea jacta est), que marcaba el límite de su jurisdicción, inició una guerra civil de tres años (49-46), narrada por él en Comentarios De Bello Civile. César, apoyado en su poderoso ejército de veteranos, resultó victorioso: conquistó primero Roma e Italia; luego ocupó Hispania tras vencer en la batalla de Ilerda (la actual Lérida); y finalmente se dirigió a Grecia, en donde se había refugiado Pompeyo, y le derrotó decisivamente en la batalla de Farsalia. Persiguiendo a Pompeyo, llegó a Egipto, donde supo que su rival había sido asesinado, y aprovechó para intervenir en una disputa sucesoria de la familia faraónica, tomando partido en favor de la princesa Cleopatra, a la que puso en el trono al cabo de la llamada Guerra Alejandrina (48-47); inició una relación amorosa con la reina egipcia, de la que nacería Cesarión, el único hijo varón que tuvo.
DEBILIDAD DE LA REPÚBLICA - TRIUNVIRATOS
Término que ya se dio en la Antigua Roma para referirse a una forma de gobierno desempeñada por tres personas aliadas entre sí, encargadas de dirigir el poder. En el primer triunvirato (60 a.C. – 53 a.C.) la alianza política estuvo formada por Cayo Julio César, Marco Licinio Craso y Cneo Pompeyo Magno; y en el caso del segundo triunvirato (43 a.C. – 31 a.C.), por Marco Antonio, César Octaviano y Marco Emilio Lépido.
El Imperio fue aceptado mal por la clase senatorial, pero fue muy apoyado por la clase de los caballeros y las masas populares, cansadas de la continua guerra civil y del caos político, y que aspiraban a subir en la escala social. Augusto reunió en su persona los cargos de emperador, cónsul, tribuno de la plebe, pontífice máximo... Su poder se asentaba sobre el apoyo de la clase senatorial, los caballeros y el ejército (unos 300.000 soldados).
Tras la última guerra civil de la República romana y la llegada de la época imperial comenzó en Roma un largo periodo de paz y estabilidad que propició un gran desarrollo económico y expansión territorial: la Pax romana.
Durante más de dos siglos esta Pax romana llevó a Roma a vivir la mayor época de esplendor de su historia y, según algunos, de la historia de la humanidad (ahí es nada). La llegada al poder de la dinastía Severa, antesala de la crisis experimentada durante el siglo III, acabó con aquella época dorada de Roma.
Trajano guapo!
La expansión de Roma durante el Imperio hasta el 117 (Trajano) fue rápida y enorme, hasta configurar uno de los mayores imperios de la Historia, asimilando muchos aspectos de las civilizaciones sometidas o vecinas, en especial de los etruscos y de los griegos. El mundo clásico será la fusión de las civilizaciones griega y romana, evolucionando a un modelo propio y original: Roma será el pilar de la cultura occidental en el derecho, lengua, artes...
En los siglos I y II dC el nivel de prosperidad de las tierras alrededor del Mediterráneo alcanzó un grado tal que en muchos aspectos no pudo ser igualado hasta 1.500 años después. El Imperio romano asimiló a numerosos pueblos; además, en el año 212 dC, el edicto del emperador Caracalla concedió que la mayor parte de los hombres libres nacidos dentro de los confines del Imperio se convirtieran en ciudadanos romanos. Este concepto de ciudadanía universal fue único en el mundo antiguo.
Más allá de las fronteras del Imperio, ciertos elementos de la cultura grecorromana influyeron también en las tribus celtas y germanas. La península Ibérica también vivó un profundo proceso de romanización. Se dice que era “el granero de Roma” y una de sus provincias más ricas. Romanos famosos nacidos en la península fueron Quintiliano, el poeta Lucano y el filósofo Séneca.
Las ciudades eran la institución fundamental, con una gran autonomía real, con un derecho común que fue universal con la extensión de la ciudadanía romana con Caracalla en 212. El poder del Senado fue declinando a medida que se afianzó la supremacía del emperador. Los cargos públicos republicanos se mantuvieron, aunque generalmente monopolizados por el emperador y sus partidarios, con lo que los cargos de cónsul y senador se extendieron a los provinciales.
La agricultura fue la principal fuente de riqueza: trigo, vid, olivo, frutales. El comercio de trigo, vino y aceite era muy importante en el abastecimiento de Roma, las ciudades y las guarniciones militares. La minería se desarrolló en muchos lugares. La moneda de oro (áureo) y de plata (sestercio, denario), permitió intercambios seguros. Las vías de comunicación (calzadas, puertos marítimos) unían todo el Imperio. El comercio puede estudiarse con los restos de cerámica y vajillas, que se han encontrado hasta en China, donde se compraba la seda. La mayor parte de los productos pesados se transportaba por mar y sólo los productos livianos por las vías terrestres, que se dedicaban más al transporte de personas y ganado.
El régimen económico-laboral se basaba en la esclavitud, que entró en crisis durante el siglo II, al acabarse las guerras fáciles de conquista. Al mismo tiempo comenzaron las epidemias, los costos de las guerras fronterizas con los germanos y persas, la desorganización interior por las guerras civiles...