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¿Qué son?
Se conoce como las Guerras Púnicas a una serie de conflictos bélicos que enfrentaron a la República de Roma y al Imperio de Cartago.
Estos enfrentamientos ocurrieron entre los años 246 a. C. y 146 a. C., cuando Roma y Cartago eran las dos principales potencias del Mediterráneo.
Antecedentes
Causas
Primera Guerra Púnica
Años: 264-241 a. C.
Fue una guerra naval, que supuso un altísimo costo tanto para romanos como para cartagineses. La guerra empezó con la derrota de los cartagineses en Agrigento, que les convenció de conservar su ventaja marítima, dado que poseían una armada más numerosa y experimentada.
Sin embargo, sus pequeñas victorias, como en las Islas Eolias, llevaron a que Roma se dedicara a una producción de una nueva y masiva armada, obteniendo en menos de dos meses alrededor de 100 naves.
Estos nuevos barcos tenían además incorporaciones tecnológicas que les permitían lidiar con las naves más ágiles y veloces de Cartago. Desde ese momento Roma adquirió técnicas de abordaje de los navíos enemigos.
Victoria romana, exceptuando las batallas de los Llanos de Bagradas, en África, o las de las Islas Eolias y Drépano.
Ante las derrotas, Cartago firmó en el 241 a. C. un tratado de paz, en el que entregaba Sicilia en su totalidad al dominio romano.
Esto dejó a Cartago debilitada.
En el 240 a. C. sus tropas mercenarias se rebelaron, desatando las llamadas Guerras de los Mercenarios.
Roma aprovechó la oportunidad para intervenir rápidamente y les arrebató también el control de Córcega y Cerdeña en el 238 a. C., pasando, desde entonces, a hablar del Mare nostrum (“Mar nuestro”) para referirse al Mar mediterráneo.
Segunda Guerra Púnica
Años: 218-201 a. C..
Fue provocada por los cartagineses que atacaron la ciudad hispana de Sagunto, aliada a la República de Roma.
Al mando de los cartagineses se encontraba el general Aníbal Barca, considerado como uno de los mejores estrategas militares de la historia.
Este conflicto, aparentemente, había sido previsto por Roma después de la Primera Guerra Púnica, ya que procedió a rearmarse. Además, se había expandido hacia Hispania, aliándose con enemigos tradicionales de Cartago.
Aníbal condujo su ejército hacia el norte de Hispania, y desde allí decidió invadir Italia, cruzando los Alpes con su ejército montado en elefantes.
Así consiguió importantes victorias en suelo itálico, como las batallas de Tesino, Trebia, Trasimeno y Cannas. Ante esto los cartagineses le propinaron a Roma la derrota más humillante de su historia militar desde el saqueo de los galos en el siglo IV a.C.
Sin embargo, esto dejó a Aníbal sin fuerzas para sitiar Roma, aunque con las suficientes para resistir a sus intentos de expulsión. Bajo el mando de Aníbal, el ejército de Cartago estuvo en Italia dieciséis años.
Mientras tanto, sus enemigos romanos batallaban también contra Cartago en Sicilia e Hispania, y al mismo tiempo contra el rey Filipo V de Macedonia, aliado de Aníbal, desatando así la Primera Guerra Macedónica en Grecia.
No obstante, esta situación se resolvió tras la victoria romana en Hispania y el retorno a Sicilia de las legiones romanas, a cargo del célebre comandante romano Publio Cornelio Escipión, “el africano”.
A esto prosiguió la intención de asaltar a la propia Cartago. Para ello, Escipión desembarcó en África y se alió al príncipe númida Massinissa, que estaba en guerra, en ese momento, contra los aliados de Cartago, el rey numada Sifax.
Aníbal volvió y fue derrotado en la batalla de Zama en el 202 a. C. Esta nueva derrota ante Roma privó a Cartago de sus colonias comerciales y la obligó a firmar un tratado de paz en el que su imperio se veía reducido a poco más que la ciudad de Cartago.
Tercera Guerra Púnica
Años: 149-146 a. C.
La Tercera y última de las guerras entre Roma y Cartago consistió en poco más que el asedio de la ciudad de Cartago, que culminó con su saqueo y destrucción total.
El conflicto se debió al deseo romano de terminar con el creciente sentimiento en su contra que surgía en Grecia y en Hispania. Coincidió con el anuncio de Cartago de que, habiendo saldado ya las deudas impuestas por el tratado de paz de la Segunda Guerra Púnica, se consideraban libres de los términos del mismo.
Deseosa de dar ejemplo, Roma inició en el 149 a.C. una serie de reclamos a Cartago, cada uno más exigente que al anterior, esperando incitar a los cartagineses a otro conflicto militar abierto, pero careciendo de casus belli, o sea, de un motivo público para iniciar la guerra.
Roma desató la guerra con la exigencia de que Cartago fuera demolida y trasladada a un punto más lejano de la costa mediterránea en el continente africano.
Ante la obvia negativa de los cartagineses, Roma declaró la guerra.
Así comenzó un primer sitio en territorio cartaginés, el cual resistió heroicamente, involucrando en la lucha incluso a las mujeres y niños.
Pero una segunda ofensiva a cargo de Publio Cornelio Escipión Emiliano, nieto político de Escipión “el Africano”, derrotó las defensas cartaginesas tras tres años de asedio.
Cartago fue saqueada, quemada hasta sus cimientos, y sus ciudadanos apresados y vendidos como esclavos.
Fin de la guerra y consecuencias
El fin de las Guerras Púnicas sobrevino junto con su principal consecuencia, que fue la destrucción total de Cartago y la absorción de su imperio comercial por parte de Roma. Tras derrotar también a los macedonios y a los sirios, Roma se instauró desde entonces como el poder supremo del Mar Mediterráneo.
El mito de la ciudad de Cartago, de su valeroso general Aníbal y de su trágica desaparición, sin embargo, perduró en el tiempo y es aún motivo de inspiración de obras de artes y de épicas históricas.