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Néstor García Canclini
Daniela Castillo Ruiz
Sergio David Rodriguez
Néstor García Canclini es un antropólogo y crítico cultural nacido en La Plata, Argentina en 1939. Estudió filosofía y se doctoró en 1975 en la Universidad Nacional de La Plata y, tres años después, con una beca otorgada por el CONICET, se doctoró en la Universidad de París. Ejerció la docencia en la Universidad de La Plata (1966-1975) y en la Universidad de Buenos Aires (1974-1975). Desde 1990 es profesor e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, donde dirigió hasta 2007 el Programa de Estudios sobre Cultura Urbana.
Canclini ha sido uno de los principales antropólogos que ha tratado la modernidad, la posmodernidad y la cultura desde la perspectiva latinoamericana. Uno de los principales términos que ha acuñado es el de «hibridación cultural», un fenómeno que se materializa en escenarios multideterminados donde diversos sistemas se intersecan e interpenetran.
La primera hipótesis de este libro es que la incertidumbre acerca del sentido y el valor de la modernidad deriva no sólo de lo que separa a naciones, etnias y clases, sino de los cruces
socioculturales en que lo tradicional y lo moderno se mezclan.
No se trata sólo de estrategias de las instituciones y los sectores hegemónicos. Las hallamos también en la "reconversión" económica y simbólica con que los migran tes campesinos adaptan sus saberes para vivir en la ciudad, y sus artesanías para interesar a consumidores urbanos.
Asi como no funciona la oposición abrupta entre lo tradicional y lo moderno, tampoco lo culto, lo popular y lo masivo están donde nos habituamos a encontrarlos. Es necesario desconstruir esa división en tres pisos, esa concepción hojaldrada del mundo de la cultura, y averiguar si su hibridació puede leerse con las herramientas de las disciplinas que los estudian por separado.
La segunda hipótesis es que el trabajo conjunto de estas disciplinas puede generar otro modo de concebir la modernización latinoamericana más que como una fuerza ajena y dominante que operaría por sustitución de lo tradicional y lo
propio. como los intentos de renovación con que diversos sectores se hacen cargo de la heterogeneidad muititemporai de cada nación
Una tercera línea de hipótesis sugiere que esta mirada
transdisciplinaria sobre los circuitos híbridos tiene consecuencias que desbordan la investigación cultural. La explicación de por qué coexisten culturas étnicas y nuevas tecnologías. formas de producción artesanal e industrial. puede ilumínar procesos políticos.
Nadie abarca todos los itinerarios, ni todas las ofertas materiales y simbólicas deshilvanadas que se presentan.
Las ciencias sociales contribuyen a esta dificultad con sus diferentes escalas de observación, cada uno registra lo que puede, construye una visión distinta y, por lo tanto, parcial
Tanto los tradicionalistas como los modernizadores quisieron construir objetos puros. Los primeros imaginaron culturas nacionales y populares "auténticas"; buscaron preservarlas de
la industrialización, la masificación urbana y las influencias extranjeras. Los modernizadores concibieron un arte por el arte, un saber por el saber, sin fronteras territoriales, y confiaron a la experimentación y la innovación autónomas sus fantasías de progreso. Las diferencias entre esos campos sirvieron para organizar los bienes y las instituciones. Las artesanías iban a ferias y concursos populares, las obras de arte a los museos y las bienales
Del lado popular, hay que preocuparse menos por lo que se extingue que por lo que se transforma. Nunca hubo tantos artesanos, ni músicos populares, ni semejante difusión del
folclor, porque sus productos mantienen funciones tradicionales (dar trabajo a indigenas y campesinos) y desarrollan otras modernas: atraen a turistas y consumidores urbanos que encuentran en los bienes folclóricos signos de distinción,
referencias personalizadas que los bienes industriales no ofrecen.
La modernización disminuye el papel de lo culto y lo popular
tradicionales en el conjunto del mercado simbólico, pero no
los suprime. Reubica el arte y el folclor, el saber académico y
la cultura industrializada, bajo condiciones relativamente semejantes.
Ni el "paradigma" de la imitación, ni el de la originalidad, ni la "teoría" que todo lo atribuye a la dependencia, ni la que perezosamente quiere explicarnos por" lo real maravilloso" o
un surrealismo latinoamericano, logran dar cuenta de nuestras culturas híbridas.
¿Para qué nos vamos a andar preocupando por la posmodernidad si en nuestro continente los avances modernos no han llegado del todo ni a todos?
Los caudillos siguen manejando las decisiones políticas sobre la base de alianzas informales y relaciones silvestres de fuerza.
Los filósofos positivistas y luego los cientificos sociales modernizaron la vida universitaria, dice Octavio Paz, pero el caciquismo, la religiosidad y la manipulación comunicacional conducen el pensamiento de las masas. Las élites cultivan la poesía y el arte de vanguardia, mientras las mayorías son analfabetas.
La modernidad es vista entonces como una máscara. Un simulacro urdido por las élites y los aparatos estatales, sobre
todo los que se ocupan del arte y la cultura, pero que por lo mismo los vuelve irrepresentativos e inverosímiles.