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Martirio de Jose Smith y Hyrum Smith

NAUVOO

En la tarde del 18 de junio, la Legión se reunió frente a la Mansión de Nauvoo. Como comandante de la milicia, José se vistió con el uniforme militar completo y se subió a una plataforma cercana desde la que les habló a los hombres. “Hay algunos que piensan que nuestros enemigos quedarían satisfechos con mi destrucción —dijo—, pero puedo asegurar que tan pronto como hayan derramado mi sangre, buscarán sedientos la sangre de toda persona en cuyo corazón haya la más mínima chispa del espíritu de la plenitud del Evangelio”.

Desenfundando su espada y levantándola hacia el cielo, José instó a los hombres a defender las libertades que les habían sido negadas en el pasado. “¿Van a apoyarme hasta la muerte y sostener las leyes del país, aunque sus vidas corran peligro?” —preguntó José—.

¡Sí! —rugió la multitud—.

Los amo con todo mi corazón —dijo él—. Ustedes me han sostenido en mis momentos de dificultad y estoy dispuesto a sacrificar mi vida por la preservación de ustedes”10.

SALIDA DE NAUVOO HACIA CARTHAGE

SALIDA DE NAUVOO

El corazón de Emma se entristeció cuando José llegó a casa hacia el final de esa tarde. Ahora que lo volvía a ver, temía haberlo llamado de regreso a su muerte18. José anhelaba predicarles una vez más a los santos, pero se quedó en casa con su familia. Emma y él reunieron a sus hijos, y él los bendijo.

A la mañana siguiente, temprano, José, Emma y sus hijos salieron de la casa. Él besó a cada uno de ellos19.

“Volverás”, dijo Emma entre lágrimas.

José montó en su caballo y partió con Hyrum y los otros hombres hacia Carthage. “Voy como cordero al matadero —les dijo—, pero me siento tan sereno como una mañana veraniega; mi conciencia se halla libre de ofensas contra Dios y contra todos los hombres”20.

De nuevo en Nauvoo, José cabalgó a su casa para ver a Emma y a sus hijos otra vez. Se despidió nuevamente y le preguntó a Emma si iría con él, pero ella sabía que tenía que quedarse con los niños. José se mostraba solemne y pensativo, sombríamente seguro de su destino23. Antes de que se fuera, Emma le pidió una bendición. Sin tiempo que perder, José le pidió que escribiera la bendición que deseaba y le prometió que la firmaría cuando regresara.

En la bendición que escribió, Emma pidió sabiduría de nuestro Padre Celestial y el don de discernimiento. “Deseo el Espíritu de Dios para conocerme y entenderme a mí misma —escribió—. Deseo tener una mente fructífera, activa, para comprender sin dudar los designios de Dios”.

Ella pidió sabiduría para criar a sus hijos, entre ellos el bebé que esperaba para noviembre, y expresó esperanza en su convenio del matrimonio eterno. “Deseo con todo mi corazón honrar y respetar a mi esposo —escribió—, ser siempre merecedora de su confianza y, siendo uno con él, conservar el lugar que Dios me ha concedido a su lado”.

Al final, Emma oraba pidiendo humildad y esperaba regocijarse en las bendiciones que Dios preparó para los obedientes. “Deseo que cualquiera que sea mi destino en la vida —escribió—, pueda reconocer la mano de Dios en todas las cosas”24.

LLEGADA A CARTHAGE

Aullidos y maldiciones les dieron la bienvenida a los hermanos Smith cuando llegaron a Carthage un poco antes de la medianoche del lunes 24 de junio. La unidad de la milicia que había recogido las armas de los santos de Nauvoo escoltó ahora a José y a Hyrum a través del alboroto de las calles de Carthage. Otra unidad, conocida como los Grises de Carthage, se hallaba acampada en la plaza pública, cerca del hotel donde los hermanos planeaban pasar la noche.

Al pasar José junto a los Grises de Carthage, las tropas empujaban y daban empellones para poder ver. “¿Dónde está el maldito profeta? —gritó un hombre—. ¡Despejen el camino y déjennos ver a José Smith!”. Las tropas gritaron, dieron alaridos de alegría y arrojaron sus armas al aire25.

Ese día en el tribunal, José y Hyrum fueron liberados para esperar el juicio por las acusaciones de causar disturbios. Pero antes de que los hermanos pudieran abandonar la ciudad, dos de los aliados de William Law presentaron demandas contra ellos por haber declarado la ley marcial en Nauvoo. Fueron acusados de traición contra el gobierno y el pueblo de Illinois, un delito capital que impidió que los hombres fueran liberados bajo fianza.

CARCEL DE CARTHAGE

CARCEL DE CARTGHATE

Stephen Markham, Dan Jones y otros más estaban haciendo diligencias para José. De los hombres que se habían quedado allí la noche anterior, solo Willard Richards y John Taylor estaban todavía con José y Hyrum. Temprano ese día, los visitantes habían contrabandeado dos armas para los prisioneros, un revólver de seis disparos y una pistola de un solo disparo, para utilizar en caso de un ataque. Stephen también había dejado un bastón resistente al que llamaba el “golpeador de bribones”38.

Para distender el ambiente y pasar el tiempo, John cantó un himno británico que últimamente se había hecho popular entre los santos. La letra hablaba de un extraño humilde y necesitado que finalmente se revelaba a sí mismo como el Salvador.

Al forastero vi ante mí;

Su identidad Él reveló;

las marcas en Sus manos vi:

reconocí al Salvador.

Me dijo: “Te recordaré”,

y por mi nombre me llamó.

“A tu prójimo ayudaste y

así serviste a tu Señor”.

Cuando John terminó la canción, Hyrum le pidió que la cantara nuevamente39.

LEGADO

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