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Luis Villoro
La historia obedece a un interés general en el conocimiento. Al historiador le interesa conocer un sector de la realidad; la historia tendría un como objetivo el esclarecimiento racional de ese sector.
la historia responde al interés en conocer nuestra situación presente.
Porque, aunque no se lo proponga, la historia cumple una función:
la de comprender el presente.
Hay mitos para referirse a un momento que se establecieron, leyendas que justifican el poder de ciertas personas por alguna hazaña de sus antecesores semihumanos, mitos que dan la razón.
La función que cumplía el mito en las sociedades antiguas es la misma que cumple la historia en las sociedades desarrolladas.
Un hecho deja de ser gratuito al conectarse con sus antecedentes. A menudo la conexión es interpretada como una explicación y el antecedente en el tiempo, como causa.
La historia nacería de un intento por comprender y explicar el presente acudiendo a los antecedentes que se presentan como sus condiciones necesarias. En ese sentido, la historia admite que el pasado da razón del presente; pero, a la vez, supone que el pasado solo se descubre a partir de aquello que se explica: el presente.
Cualquier explicación empírica debe partir de un conjunto de hechos dados, para inferir de ellos otros hechos que no están presentes, pero que debemos suponer para da razón a los primeros.
El historiador, al examinar el presente, suele plantearle preguntas concretas. Trata de explicar tal o cual característica de su situación que le importa especialmente, porque su comprensión permitirá orientar la vida.
Entonces, al interés general por conocer se le añade un interés particular que depende de la situación concreta del historiador.
La historia intenta dar razón de nuestro presente concreto; ante el no podemos menos que tener ciertas actitudes y albergar ciertos propósitos; por ello la historia responde a requerimientos de la vida presente.
Si nos fijamos en esta relación presente-pasado veremos como son intereses particulares del historiador, que se originan en su coyuntura histórica concreta, los que suelen moverlo a buscar ciertos antecedentes, de preferencia a otros.
Lo que escribo puede ser objeto de historia en la medida en que se pone en relación con esos contextos sociales que lo abarcan y le prestan sentido. En cualquier situación concreta podemos descubrir conexiones semejantes.
Todos nuestros actos están determinados por correlaciones que rebasan nuestra individualidad y que nos conecta con grupos e instituciones sociales.
No hay acción humana que no esté conectada con un todo.
Los requerimientos de la vida presente que nos llevan a investigar los antecedentes históricos no son individuales. Las situaciones que nos llevan a hacer historia rebasan al individuo, plantean necesidades sociales. colectivas, en las que participa en un grupo, una clase, una nación, una colectividad cualquiera. Las situaciones entre que tratamos de explicar con la historia nos remiten a un contexto que nos trasciende como individuos.
La historia ha sido, de hecho, después del mito, una de las formas culturales que más se han utilizado para justificar instituciones, creencias y propósitos comunitarios que prestan cohesión a grupos, clases, nacionalidades. Imperios.
Ninguna actividad intelectual ha logrado mejor que la historia dar conciencia de la propia identidad a una comunidad.
La historia nacional, regional o de grupos cumple, aun sin proponérselo, con una doble función social: por un lado, favorece la cohesión en el interior del grupo, por el otro, refuerza actitudes de defensa y de lucha frente a los grupos externos.
¿Para qué la histona? Intentemos una segunda respuesta: para comprender, por sus orígenes, los vínculos que prestan cohesión a una comunidad humana y permitirle al individuo asumir una actitud consciente ante ellos. Esa actitud puede ser positiva: la historia sirve, entonces, a la cohesión de la comunidad; es un pensamiento integrador; pero puede también ser crítica: la historiase convierte en pensamiento disruptivo.
La historia examina con curiosidad cómo se han realizado las distintas sociedades. En las formas más disímbolas; la multiplicidad de las culturas, de los quehaceres del hombre. De sus actitudes y pasiones, el abanico entero, en suma, de las posibilidades de vida humana se despliega ante sus ojos.
La sucesión de los distintos rostros del hombre es un espejo de las posibilidades de su coedición; al través de ellos puede escucharse loque hay de común, de permanente en ser hombre.
La historia ofrece a cada individuo la posibilidad de trascender su vida personal en la vida de un grupo. Al hacerlo, otorga un sentido y, a la vez, le ofrece una forma de perdurar en la comunidad que lo trasciende: la historia es también una lucha contra el olvido.
Si los actos humanos cobren un nuevo sentido al integrarse a una comunidad y, a través de ella, a la humanidad, ¿Qué sentido tiene la especie humana en la inmensidad del cosmos? ¿Cuál sería la última comunidad en que pudiera integrarse la historia de la especie? Solo la comunidad de todo ente racional y libre posible.