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Repasemos…la filosofía en general se divide en teórica y práctica. Las disciplinas agrupadas en la parte teórica son descriptivas, mientras que, las que se encuentran en la parte práctica son prescriptivas o normativas. Dentro del ámbito de la filosofía teórica se hallan la Lógica y la Metafísica. La lógica, describe las formas de determinar cuándo un razonamiento es o no correcto. La Metafísica, en cambio, determina los principios que rigen los saberes, la realidad, el tiempo, el espacio, etc. En el ámbito de la filosofía práctica, se encuentran disciplinas cómo la ética y la política, y buscan prescribir normas de acción o criterios para determinar la bondad de una acción determinada
Origen del término Metafísica.
El termino Metafísica proviene del griego: “tá meta tá physiká”, que quiere decir “lo que está más allá de la física”. Se dice que en la antigüedad el término respondía a un orden bibliotecario adjudicado por Andrónico de Rodas en el s. I A.C, quien luego de ordenar toda la obra de Aristóteles y nominar a cada uno de sus escritos agrupó a los que venían luego de la física bajo ese nombre.
Volviendo al origen del término, dijimos que “metafísica” refiere al contenido de los libros ubicados “después de la Física”. Por tanto, la primera definición de Metafísica se vincula con la disciplina descripta por Aristóteles en dichos libros.
El contenido fundamental de estos libros, Aristóteles lo caracteriza de dos maneras: como «filosofía primera» y como «ciencia del ente». Aristóteles buscaba con este estudio alcanzar un conocer fundante, un conocer la raíz y el principio de todas las cosas.
Como «filosofía primera», es la ciencia teórica que trata de las sustancias inmutables (busca cuál es la sustancia inmóvil y fundamental que subyace a todas las cosas físicas). Como «ciencia del ente», su objeto es el ser, el concepto más fundamental y general que puede pensar el entendimiento humano (busca las primeras causas del “ser en tanto que ser”, es decir, del ser en su estado más general y primario, no de un ser particular como lo hace las ciencias –por ejemplo, la Biología que estudia a los seres vivos-, sino del ser universal, de aquello que es más allá de todos estos seres particulares). Éste es el sentido de metafísica que la identifica con la ontología. Metafísica y ontología no son lo mismo, aunque muchas veces se utilizan los términos como si significaran lo mismo, cuando verdaderamente, si bien están muy emparentados, hacen distintos énfasis: la ontología en el ser y la metafísica en la existencia de las cosas. No obstante, en este curso no ahondaremos en esta diferencia.
Podemos realizar una reinterpretación del significado de “metafísica‟ dado que, el término, obedece al orden del conocimiento, efectivamente lo que percibimos primeramente es lo físico, lo material, lo sensorial, y cuando queremos indagar sobre lo que subyace, lo que es o lo que está por detrás, nos dedicamos a la reflexión metafísica en un sentido estricto. Por lo cual, según el objeto de estudio de esta rama de la filosofía, podemos sostener que las reflexiones metafísicas son aquellas en las que la pregunta se da en función de lo que es, o existe y no meramente a partir de la percepción. Cabe mencionar que el objeto de la metafísica no está más allá de lo físico, sino que está en lo físico. Este es el primer sentido en que se entiende el objeto. Pero hay otro que no coincide exactamente con este.
Se entiende por metafísica el conocimiento de entes que son inmateriales, que no se dan a los sentidos, pero que se pueden conocer por la razón natural, como por ejemplo Dios o el alma.
Se puede entender a la metafísica como el conocimiento de lo que las cosas son en sí mismas por oposición a las apariencias o los fenómenos. Aquí lo metafísico sería lo que se esconde detrás de las apariencias o fenómenos. Esto supone que en el mundo hay dos planos, uno que es el de los fenómenos, el de las apariencias y otro en el que están las cosas mismas, en sí mismas.
Se llama ente a todo aquello que “es”. Puede tratarse de una silla, de una montaña, de un ángel, de Don Quijote, de la raíz cuadrada de -1, o aún de absurdos como los triángulos redondos o las maderas de hierro: todo esto “es”, de todo ello puede predicarse el término “es”, y en la medida en que ello ocurre, se trata de “entes” -así como “pudiente” es “el que puede”, “viviente” lo que vive, “floreciente” lo que florece, “amante” el que ama, “lo que es” se llama “ente”-. A lo que hace que los entes sean, se lo llama ser; los entes, por tanto, son porque participan del ser -tal como el pudiente participa del poder, lo viviente del vivir, etc.
La disciplina que se ocupa de estudiar los entes se llama ontología. Esta disciplina enuncia una serie de principios, válidos para todos los entes, que se denominan principios ontológicos.
El principio de identidad afirma que “todo ente es idéntico a sí mismo”. Con esto no se dice -adviértase bien- que todo ente sea “igual” a sí mismo, porque no es lo mismo la identidad que la igualdad. En efecto, 2 + 2 es igual a 4, pero no idéntico a 4; mientras que 2 + 2 es idéntico a 2 + 2, y 4 es idéntico a 4. Pues la palabra “identidad” deriva del vocablo latino ídem, que quiere decir “lo mismo”, de manera que “identidad” significa “mismidad”. Si a todo lo que no es idéntico se lo denomina diferente, podrá decirse que los iguales, como 2 + 2 y 4, son, no idénticos, sino diferentes. La diferencia admite como una de sus formas a la igualdad, junto a otras formas suyas como lo mayor o lo menor.
Sostiene que “ningún ente puede ser al mismo tiempo “P” y “no-P”. Con la letra “P” se simboliza cualquier predicado posible (como, por ejemplo, “papel”, o “cenizas”, o “justicia”, etc.), y con “no-P” su negación (es decir, todo lo que no sea papel, o todo lo que no sea cenizas, o todo lo que no sea justicia, respectivamente). El principio señala entonces que ningún ente puede ser al mismo tiempo, por ejemplo, "papel y no-papel"; si bien ello puede ocurrir en tiempos distintos, porque si se quema la hoja de papel, éste deja de ser papel, y se convierte en cenizas (no-papel).
Dice que "todo ente tiene que ser necesariamente 'P' o 'no-P' ". Para retomar el ejemplo anterior: todo ente tiene que ser papel o no-papel (entendiendo por "no-papel" todos los infinitos entes que haya, menos el papel); porque, en efecto, si se trata de cenizas, será no-papel; si se trata de un ángel, será no-papel, etc. Como forzosamente tiene que tratarse de una de las dos posibilidades -o P o no-P-, excluyéndose absolutamente una tercera, por ello el principio se llama de "tercero excluido". (Obsérvese, como una aplicación de este principio, que en matemáticas las llamadas demostraciones por el absurdo se apoyan en él).
Identifique y defina los principios ontológicos que aparecen a continuación:
a. "Hombre es hombre, perro es perro”.Hombre es Hombre, perro es perro
b. “Lo que es, es y lo que no es, no es”.
c. “El triángulo es una figura de tres lados”.
d. “Este Hombre es un Juez; este Hombre no es un Juez”.
e. "Todos los hombres son mortales y algunos hombres no son mortales"
f. “si p entonces p”
g. “Cada uno es él mismo lo mismo para sí mismo”
h. “Siempre piensas las cosas antes de actuar, y más bien actúas sin pensarlas.”
i. “Es auténtico o es falso”
j. "A es A"
k. "el perro es un mamífero" y que "el perro no es mamífero"
l. “Es imposible que A sea B y no sea B”.
Por lo menos según la experiencia corriente, puede decirse que no hay una sola especie de entes, sino varias. Respecto de cuántos y cuáles son esos géneros, los filósofos han discutido y seguirán discutiendo interminablemente. Aquí se adopta una clasificación que no tiene por qué ser la mejor, pero que es de la más corrientes y que nos resulta cómoda para nuestros propósitos. Se distinguirá tres géneros de entes: los sensibles, los ideales y los valores.
Los entes sensibles (que algunos autores llaman "reales") son los que se captan por medio de los sentidos, trátese de los sentidos fisiológicamente considerados, como la vista, el olfato, el tacto, etc., sea el sentido íntimo o autoconciencia, que nos permite en un momento dado darnos cuenta -por ejemplo- de que estamos tristes o alegres, o de que estamos ejecutando un acto de atención o evocando un recuerdo. Los entes sensibles se subdividen en físicos y psíquicos. Los entes físicos son espaciales, es decir, están en el espacio, ocupan un lugar; como la mesa, la silla o nuestro cuerpo. Los entes psíquicos, en cambio, son inespaciales; no tiene sentido, en efecto, hablar del espacio que ocupa un acto de voluntad o un sentimiento de avaricia. Es cierto que, hasta donde nuestra experiencia llega, van siempre ligados a un cuerpo orgánico, pero que vayan ligados a él no quiere decir que sean lo mismo ni que tengan sus mismas características, en este caso la espacialidad. Los entes sensibles, sean físicos o psíquicos, son todos ellos temporales, esto es, están en el tiempo, tienen cierta duración, un origen y un fin. Ello les ocurre tanto a las sillas y a las montañas cuanto a cualquier estado psíquico; aun la pasión más perdurable, llega un momento en que fatalmente cesa y desaparece, ya sea por la muerte o por el motivo, quizás menos consolador, de que todas las cosas humanas tienen su momento de decadencia y desaparición.-Además, los entes sensibles están ligados entre sí por un especial tipo de relación que se llama relación de causalidad: todo ente físico es causa de otro posterior, y a su vez es efecto de otro anterior; y lo mismo ocurre en el dominio de la actividad psíquica. La relación de causalidad está ligada al tiempo, es un tipo de relación temporal, porque la causa es siempre anterior al efecto y el efecto es posterior a la causa.
Como ejemplo de entes ideales pueden mencionarse los entes matemáticos: los números, las figuras, los cuerpos geométricos (otros entes ideales son las relaciones, como la identidad, la igualdad, la diferencia, la relación de mayor o menor, etc.) Los entes ideales se caracterizan por su intemporalidad, por no ser temporales. Porque si lo fueran, hubieran tenido un comienzo en el tiempo, es decir que tendría que pensarse que hubo una época en la cual, por ejemplo, no existía aún el número 5, y que llegará un momento en que el número 5 desaparezca. Pero los entes matemáticos, y las relaciones que la matemática establece, no son nada que esté en el tiempo; éste no los afecta en absoluto. El tiempo sólo tiene relación con el espíritu del hombre que los conoce, y esto sí es susceptible de ser fechado, por lo que entonces puede decirse que "en el siglo VI a.C. se descubre el llamado teorema de Pitágoras". El hecho de que se le ponga un nombre al teorema -el de Pitágoras, por ejemplo- alude al (supuesto) descubridor del teorema; pero que el descubrimiento tenga autor y fecha no supone que también los tenga lo descubierto. El descubrimiento del teorema, el proceso mental que alguien, en determinado momento, realizó, esto sí es un ente psíquico, está inscripto en el tiempo y es perfectamente fechable. Pero el teorema mismo, es decir, la relación que se da entre los lados del triángulo rectángulo, es algo totalmente desvinculado del tiempo; porque, haya alguien que la piense o no, esa relación vale desde siempre y para siempre.
El tercer género de entes lo constituyen los valores: la belleza, la fealdad, la justicia, la injusticia, la utilidad, etc. Se trata de entes muy diferentes de todos los anteriores, y la característica que los separa de ellos reside en que los valores valen: esto significa que frente a ellos no podemos permanecer indiferentes, porque ante un valor siempre se despierta en nosotros una reacción, una respuesta -la valoración o estimación, que puede ser de adhesión -si el valor es positivo- o de rechazo -si el valor es negativo-. La disciplina que se ocupa del estudio de los valores se denomina axiología.
A los objetos sensibles en los cuales se dan los valores, o en los cuales éstos encarnan, se los llama bienes -como una estatua, en que se da el valor belleza, o una máquina de escribir, que es útil. Todo el mundo conoce la expresión "bienes de consumo", que se oye a diario, o qué quiere decir que "Gómez posee cuantiosos bienes". De manera que "bienes" son todas las cosas valiosas, como una sinfonía, o un acto de honradez, una heladera o un automóvil.- Para evitar graves malentendidos, es preciso no perder de vista esta diferencia: el valor, la cosa valiosa, y el bien, por el otro. Una obra de arte, como la Alegoría de la Primavera, de Botticelli, es un bien, una cosa valiosa, distinta de cualquier otra (como, digamos, de La maja desnuda); pero ambas encarnan el valor "belleza", que les es común.
Una segunda característica de los valores es la polaridad: que los valores poseen polaridad significa que frente a todo valor hay siempre un contravalor o disvalor o valor negativo -frente a la justicia, la injusticia; frente a la bondad, la maldad; frente a la utilidad, la inutilidad. La dualidad de las estimaciones -adhesión o rechazo- está vinculada entonces a la polaridad de los valores.
En tercer lugar, los valores tienen jerarquía. Esto quiere decir que no valen todos uniformemente, sino que hay valores que valen más que otros, que son más "altos", como suele decirse, en tanto los otros son más "bajos"; uno: son "superiores" y otros "inferiores". Según tal jerarquía los valores se ordenan en una serie o tabla de valores, desde los que valen menos o son menos importantes, hasta los que valen en grado máximo.