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Materiales orgánicos e inorgánicos.
Miriam R. Estrada de la Rosa 120170540
El origen de la palabra jade se asocia con el lejano Oriente. Sin embargo, el término proviene de la frase española “piedra de ijada”, debido a su reputación, en la Nueva España del siglo XVI, de tener propiedades curativas, sobre todo para aliviar el dolor del hígado y los ocasionados por las piedras en el riñón. Con el paso del tiempo, la palabra española fue modificándose hasta alcanzar su grafía actual: jade, término que se usa también en inglés y francés.
En la literatura arqueológica, el término “jade” comúnmente incluye una serie de piedras verdes, que en conjunto se denomina “jade cultural” o “jade social”.
Entre ellas se encuentran la serpentina, la jadeíta, la crisoprasa, la cloromelanita y diversos tipos de cuarzos.
Por ejemplo, el cosmocolor es un silicato de sodio y cromo (NaCrSi2O6), lo que le confiere un tono verde esmeralda oscuro.
Por su parte, la jadeíta es rica en sodio y aluminio (NaAlSi2O6), por lo que existen tonalidades que van del blanco, el verde y el azul verdoso al azul o al violeta.
El jade se caracteriza por tener una dureza alta, ocasionalmente es traslúcido, y su superficie adquiere mayor intensidad cromática, así como un brillo y una tersura excepcionales cuando se le somete a un prolongado proceso de desgaste, pulido y bruñido.
Actualmente, en la elaboración de joyería artesanal en Guatemala se emplean algunos de los tipos más comunes de jade guatemalteco, entre los que están:
La formación de los piroxenos requiere procesos geológicos muy complejos en los que se conjuntan varios factores: gran profundidad, enorme presión y temperaturas de metamorfismo sumamente bajas.
Los únicos yacimientos de piroxenos conocidos hasta la fecha en Mesoamérica se ubican en Guatemala, en la denominada zona de la Falla de Motagua, que abarca la cuenca del río Motagua, sus ríos tributarios y las regiones montañosas circunvecinas. También se ha planteado la existencia de otros yacimientos en Puebla, Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
La elaboración de artefactos de jade fue un proceso largo y laborioso que constó de varias etapas tecnológicas e incluyó diversos instrumentos. Lamentablemente, en muchos casos el registro arqueológico es muy escaso para permitir la identificación de esas tecnologías e instrumentos. Sin embargo, los datos etnohistóricos, arqueológicos y experimentales, en conjunto, pueden emplearse para identificar, describir e interpretar los procesos materiales y sociales relacionados con la producción de jade en la antigua Mesoamérica.
Tallar el jade, o friccionarlo sobre una piedra para crear la forma deseada, aunque es una labor intensa dejaría una superficie más lisa que con el picoteo (Taube e Ishihara-Brito, 2012, p. 143). La evidencia de que el jade se desgastaba se puede corroborar al observar las largas estrías sobre la superficie del objeto, que en algunas ocasiones son visibles a simple vista si éste aún no ha sido pulido o bruñido.
Esta técnica solía ser la primera que se utilizaba en el proceso de elaboración, a menos que se encontrara un núcleo de jade del tamaño y forma deseados. El golpe corto usado en el picoteo desprendía pequeñas partes del jade, principalmente en forma de polvo. En Cancuén se encontraron percutores de piedra muy pequeños, hechos casi siempre de jade.
El taladrado de jade se lograba con un taladro sólido o hueco tubular, que hacía una perforación o depresión en el jade por medio de un movimiento circular; de este modo, los taladros podían usarse para perforar objetos o crear elementos de diseño redondeados. Aunque el jade y el pedernal fueron los materiales utilizados como taladros sólidos, la madera, el bambú o el hueso también pudieron haberse usado como taladros tubulares con abrasivos. Sahagún refiere que los mexicas empleaban taladros tubulares de metal. Los taladros sólidos solían estar afilados y producían un orificio cónico.
Serrar es otro método empleado para eliminar partes no deseadas de material o para producir incisiones de cuentas, orejeras o placa. Puede hacerse con una sierra dura o por fricción por medio de un cordel o atado de fibra; cada uno deja estrías características sobre el objeto, que en ocasiones son apreciables a simple vista. Las sierras duras dejarían estrías rectas y paralelas, en tanto que con las de fibra se verían estrías en forma de curva o arco.
Las incisiones dejaban líneas finas o gruesas en los artefactos de jade, y probablemente se hacían con una piedra por lo menos tan dura como el jade. Entre estas piedras se incluye el cuarzo o la cuarcita, el pedernal y el jade mismo. Tal vez el pedernal fue el más utilizado, pues es posible convertirlo fácilmente en navajas delgadas y con éstas taladrar o hacer incisiones. Sahagún indica que los lapidarios raspaban el jade con una “elaborada herramienta de pedernal”, lo que sugiere que hacían incisiones.
El pulido era el paso final en la elaboración de un artefacto de jade. Muchas herramientas y sustancias podían usarse para pulirlo. Sahagún (describe el uso de juncos o cañas como un buen elemento para pulir jade debido a su alto contenido de sílice. También menciona a la madera como un “acabador” como, quizá, lo fuera el junco o la madera dura.