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En la actualidad se considera que la teoría de los rasgos es uno de los enfoques más utilizados históricamente para el estudio de la personalidad (McCrae & Costa, 2012). De acuerdo con Kassin (2003), los rasgos se definen como patrones relativamente estables en el comportamiento, los pensamientos y las emociones de las personas. Uno de los pioneros en el estudio de la teoría de los rasgos fue Allport (1937), quien define la personalidad como “la organización dinámica, dentro del individuo, de los sistemas psicofísicos que determinan sus ajustes únicos al ambiente" (p48). Para el estudio empírico de los rasgos de personalidad, Allport y Odbert (1937) construyeron una lista con más de 16.000 palabras que definen rasgos de las personas clasificándolos en tres niveles: los rasgos cardinales (los que dominan y moldean a una persona: (autoconfianza), los rasgos centrales (elementos que conforman al comportamiento en general: la honestidad) y los rasgos periféricos (características que se observan sólo en determinadas circunstancias: el altruismo). Posteriormente, sobre la base del trabajo de Allport y Odbert (1937) y a partir de la técnica del análisis factorial, Cattel (1950) identificó 16 factores de la personalidad: afabilidad (e.g. cálido, extrovertido, atento a los demás), razonamiento(e.g. inteligente, brillante), estabilidad (e.g. emocionalmente estable, calmo), dominancia (e.g. competitivo, autoritario), animación(e.g. entusiasta, expresivo) atención a las normas(e.g. responsable, serio), atrevimiento(e.g. audaz, aventurero), sensibilidad(e.g. sentimental, estético) vigilancia (e.g. escéptico, desconfiado), abstracción (e.g. imaginativo, poco práctico), privacidad (e.g. diplomático, astuto), aprensión (e.g. inseguro, preocupado), apertura al cambio(e.g. crítico, flexible), autosuficiencia(e.g. solitario, individualista), perfeccionismo(e.g. exigente, organizado) y tensión(e.g. impaciente, impulsivo).
Por su parte, Eynseck (1976) sugiere que la personalidad puede ser estudiada a partir de tres factores: intraversión-extraversión, neuroticismo-estabilidad emocional y psicoticismo. Si bien los aportes de Cattell (1950) y Eynseck (1976) han contribuido al estudio de la personalidad, se ha señalado que el modelo de este último resulta insuficiente, dado que omite rasgos considerados fundamentales (John, 1990). Asimismo, el modelo de Cattell (1950) también fue criticado debido a que reviste un alto grado de complejidad para su interpretación, producto de la gran cantidad de factores. Por tal motivo, Tupes y Christal (1961) retoman el trabajo de Casttell (1950) y señalan que habría cinco factores relativamente estables y recurrentes a los que denominan surgencia (e.g. hablador, enérgico) agradabilidad (e.g. cooperativo,confiable), confiado(e.g. responsable, ordenado), emocionalmente estable(e.g. calmo, relajado) y culto (e.g. de mente abierta, intelectual). La misma estructura pentafactorial fue observada por Norman (1963), Digman y Takemoto-Chock (1981), y Goldberg (1980, 1981, 1982), entre otros.
Estos trabajos fueron dando lugar a la emergencia del Modelo de los Cinco Factores de la Personalidad (en adelante FFM, Costa & McCrae, 1980) y, posteriormente, a la Teoría de los Factores de la Personalidad (en adelante FFT; Costa & McCrae, 1996).
McCrae y Costa
El modelo de McCrae y Costa surge con la intención de corroborar la existencia de los cinco grandes factores como estructura o taxonomía básica en psicología de la personalidad, buscando la consistencia en los resultados obtenidos desde técnicas muy diversas: tanto en autoevaluaciones como en heteroevaluaciones; tanto en los cuestionarios compuestos por adjetivos como en los compuestos por frases; en estudios transculturales y con seguimientos longitudinales de los resultados obtenidos. Adicionalmente, el modelo busca dar un paso más allá de la mera descripción y, al igual que ocurre con las teorías de Cattell y Eysenck, ofrecer una explicación causal acerca de la naturaleza de los rasgos propuestos, sus interrelaciones y posibles aplicaciones prácticas.
La teoría de los cinco factores de la personalidad (FFT)
Una de las características centrales del FFM es la de no representar a ninguna teoría de la personalidad en particular (Anderson, John, & Keltner, 2011). Este aspecto reviste una ventaja fundamental a la hora de estudiar el fenómeno, ya que es posible interpretar la evidencia empírica a partir de diversos enfoques teóricos. Con independencia del marco desde el cual se pretenda estudiar al fenómeno, la personalidad debe ser comprendida como un sistema el cual analice los diferentes componentes que lo conforman, la interacción entre ellos y su dinámica (Mayer, 1998). En este sentido, McCrae y Costa (1996) presentan una teoría de la personalidad (FFT) desde la cual es posible interpretar el FFM, considerando a la personalidad como un sistema dinámico, consistente con el conocimiento actual sobre el fenómeno. Mientras que el FFM constituye una generalización empírica de la covariación de los rasgos de la personalidad observados en diferentes contextos, el FFT representa una conceptualización del modelo FFM a partir de un sistema de la personalidad (Costa & McCrae, 1996). De acuerdo con los autores, el mismo se compone por dos entradas: las bases biológicas y las influencias externas (organismo y ambiente); y por una salida: la biografía objetiva (el registro acumulativo de las experiencias de vida de una persona). Para el análisis de las entradas y las salidas del sistema de la personalidad, McCrae y Costa (1996) proponen dos componentes centrales: a) las tendencias básicas y b) las características adaptativas. a) Las tendencias básicas refieren a la materia prima de la personalidad es decir, a las capacidades, disposiciones y habilidades innatas, tales como la capacidad para adquirir el lenguaje o la capacidad para el pensamiento formal. Tales tendencias poseen un fuerte componente hereditario, el cual se imprime con las primeras experiencias y se modifica al padecer una enfermedad o bajo intervención psicológica, pero en cualquier período de la vida definen el potencial del que dispone una persona para tomar una dirección (Anderson, John, & Keltner, 2011).
La apertura a la experiencia:
Dimensión de estilo cognitivo que distingue a las personas imaginativas,creativas,con intereses Intelectuales, que aprecian el arte y son sensibles a la belleza (Costa & McCrae, 1996.En este sentido, a diferencia de los individuos con un estilo cognitivo más conservador, quienes están abiertos a lo diferente suelen tener mayor conciencia de sus sentimientos.Otra característica de las personas con altos niveles de apertura a la experiencia es la facilidad para el pensamiento simbólico con su consecuente posibilidad de abstracción, alejada de la experiencia concreta. Dependiendo de las habilidades intelectuales específicas del individuo, ese pensamiento simbólico puede facilitar el uso de la matemática, la lógica, el lenguaje, la composición de música o el dominio de las artes visuales en general (McCrae & Costa, 2012). Por el contrario, las personas con bajos niveles de apertura a la experiencia, generalmente poseen una baja curiosidad intelectual prefiriendo lo llano, directo y claro sobre lo ambiguo, complejo y sutil. Este aspecto conlleva por lo general a considerar a las artes y las ciencias con cierto recelo, argumentando que tales esfuerzos carecen de uso práctico: se prefiere lo conocido a la novedad debido a una resistencia al cambio (Anderson, John, & Keltner, 2011).
La responsabilidad
Se refiere a la forma en que podemos controlar, regular y dirigir nuestros impulsos (Costa & McCrae, 1996). Tales impulsos no son intrínsecamente malos ya que, en ocasiones, ciertas situaciones requieren una decisión rápida y actuar de manera impulsiva puede ser una respuesta eficaz (Anderson, John, & Keltner, 2011). Sin embargo, algunos impulsos son antisociales y no sólo dañan a otros miembros de la sociedad, sino también a la propia persona (John, Robins, & Pervin, 2010). Otro problema del actuar impulsivamente es que a menudo producen recompensas inmediatas, pero traen consecuencias no deseadas a largo plazo. Por ejemplo, enojarse y ser demasiado impulsivo en una conversación puede resultar en la ruptura de una pareja o relación de trabajo (McCrae & Costa, 2012). Asimismo, actuar de forma impulsiva no permite contemplar cursos de acción alternativos, algunos de los cuales permiten alcanzar un objetivo con mayor eficacia que por las vías de la impulsividad (Costa & McCrae, 1996).
Por el contrario, las personas que presentan una alta responsabilidad resultan exitosas a través de la planificación deliberada y de la persistencia en el logro de sus objetivos (Anderson, John, & Keltner, 2011). Por ello suelen ser consideradas positivamente por los demás como inteligentes y confiables, aunque también pueden ser vistos como perfeccionistas, compulsivos o adictos al trabajo, dependiendo del parámetro desde el cual se lo evalúe (McCrae & Costa, 2012).
Las personas que poseen altos niveles de extraversión tienden a buscar la estimulación social y oportunidades para interactuar con otros (Costa & McCrae, 1996). Estos individuos a menudo se describen como llenos de vida, energía y con una actitud positiva hacia la conformación de grupos (Anderson, John, & Keltner, 2011). Además, las personas extravertidas se destacan en actividades en donde se requiere interacción con otros (e.g. docencia, ventas, marketing, relaciones públicas, política), siendo menos propensos a experimentar ansiedad por la retroalimentación negativa, lo cual implica que poseen mejores defensas ante las críticas externas (McCrae & Costa, 2012). Los introvertidos, en cambio, tienden a ser tranquilos, reservados y suelen involucrarse relativamente poco en situaciones sociales (Costa & McCrae, 1996). Un aspecto a destacar es que las personas introvertidas no necesariamente tienen temor a las situaciones sociales, como es el caso de la timidez, sino que prefieren pasar más tiempo en soledad, sin necesidad de estimulación social (Anderson, John, & Keltner, 2011). Las personas introvertidas prefieren dedicarse a tareas más solitarias como la escritura, programación de computadoras, informática en general, ingeniería o contabilidad (Costa & McCrae, 1996).
Amabilidad:
La amabilidad caracteriza a quienes tienen la capacidad para establecer vínculos interpersonales, son altruistas y poseen una disposición a preocuparse por los demás (Costa & McCrae, 1996). Este factor refleja las diferencias individuales en la preocupación por la cooperación y la armonía social: personas agradables valoran llevarse bien con otros (Anderson, John, & Keltner, 2011). Son por lo tanto considerados como amables, generosos, serviciales y dispuestos a comprometer sus intereses con los de los demás. Personas agradables poseen una visión optimista de la naturaleza humana, considerando que la gente es básicamente honesta, decente y digna de confianza (McCrae & Costa, 2012).
Por el contrario, los individuos con bajos niveles de amabilidad suelen anteponer su propio interés por encima del de otros, mostrándose indiferentes con el bienestar de los demás (Costa & McCrae, 1996). Muchas veces, su escepticismo acerca de la benevolencia de otros los lleva a desconfiar de los demás, pudiendo resultar antipáticos y poco cooperativos (Anderson, John, & Keltner, 2011). Altos niveles de amabilidad ofrecen una ventaja para alcanzar y mantener la popularidad: personas agradables caen mejor que personas desagradables. Sin embargo, la amabilidad no es útil en situaciones que requieren decisiones objetivas difíciles o de tipo blanco y negro (McCrae & Costa, 2012).
Neuroticismo:
De acuerdo con Mathews (1998), el neuroticismo es un rasgo fundamental en el estudio de la personalidad, el cual se define como la tendencia a experimentar emociones negativas como miedos, sentimientos de culpa, tristeza o enojo. Las personas con altos niveles de neuroticismo poseen menores recursos de afrontamiento para sobreponerse al estrés ambiental, son más propensos a interpretar las situaciones ordinarias como una amenaza y consideran tareas que para otros generalmente suelen ser sencillas como irremediablemente difíciles (Anderson, John, & Keltner, 2011). Si bien el FFM no evalúa patologías mentales, altos niveles en el factor de neuroticismo constituyen un riesgo en el desarrollo de ciertos trastornos psicológicos (Hettema, Steele, & Miller, 2005; Khan, Jacobson, & Gardner, 2005). Por ejemplo, Freud (1933/1976) utilizó originalmente el término neurosis para describir una afección caracterizada por trastornos mentales, sufrimiento emocional y la incapacidad de hacer frente eficazmente a las exigencias normales de la vida. Asimismo, indicó que la mayoría de los individuos poseen signos de neurosis, los cuales difieren en el grado de sufrimiento y los síntomas específicos de la angustia. En este sentido, las personas con un alto nivel de neuroticismo son emocionalmente reactivas y responden emocionalmente a eventos que no afectan a la mayoría de la gente, siendo sus reacciones más intensas de lo normal (Anderson, John, & Keltner, 2011). Estas reacciones emocionales negativas tienden a persistir por períodos de tiempo inusualmente largos, lo que implica que a menudo suelan estar de mal humor. Estos problemas en la regulación emocional pueden afectar la capacidad de pensar con claridad, tomar decisiones y lidiar efectivamente con el estrés (McCrae & Costa, 2012).
NEUROTISMO
RESPONSABILIDAD
EXTRAVERSIÓN
APERTURA A LA EXPERIENCIA
THE BIG FIVE
Los cinco grandes factores se descomponen en rasgos de menor orden o facetas, en total son treinta, seis por factor.
En la siguiente tabla se pueden apreciar:
Antecedentes: