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Trabajar no es hacer lo que nos dicen que hagamos, sino hacer aquello que nos piden en un contexto en particular con restricciones específicas que no son consideradas a la hora de diseñar el puesto. No porque el puesto esté mal diseñado, sino simplemente porque no se puede prever todo. Los clientes enojados, las máquinas que se rompen, los colaboradores que llegan tarde, las deslealtades de colegas. No puede preverse todo lo que pasa, aquello que llamamos lo real en el trabajo. Trabajar no es responder a reglas, sino decidir qué tengo que hacer y nadie me pide, e incluso qué tengo que dejar de hacer de aquello que me están pidiendo. Sólo así puedo conseguir el resultado esperado por mi trabajo. Esta necesidad de adaptarnos a lo real implica un sufrimiento por el esfuerzo realizado y por el riesgo que corremos al romper las prescripciones. Este sufrimiento puede tener un sentido y transformarse en placer, o no tenerlo y transformarse eventualmente en sufrimiento patológico. ¿De qué depende? Es un proceso complejo sujeto a muchas variables, entre las que se encuentra la posibilidad de ser reconocido por ese sufrimiento.
La posibilidad de cooperar aparece sólo si podemos compartir los trucos y las habilidades que vamos generando en el trabajo para conseguir los objetivos. Cuando logramos conseguir hablar de esto podemos bajar las barreras y compartir nuestra vulnerabilidad, y los equipos pueden constituirse como tales, poniendo el foco en el resultado, en la cooperación, en lo que ambicionan y no en confrontar o cuidar sus espaldas del compañero, el jefe, el cliente o el área con la que suelen tener conflictos. Pero para eso es importante estar dispuesto a hablar. De la posibilidad de construir juntos reglas depende el aporte que hacemos al mundo del trabajo. Y el trabajo no se trata de un ámbito más en nuestras vidas, sino que, como dice Christophe Dejours, es central en la construcción de la cultura y la subjetividad. Por eso es necesario, inevitablemente, revisar qué aporte estamos haciendo al mundo del trabajo, en tanto ese es en gran medida el legado que dejaremos tras nuestra vida.
En este sentido, asimismo hay que recalcar que existen otra serie de aspectos que también se convierten en fundamentales a la hora de conseguir que cualquier persona goce de las condiciones de trabajo más favorables. En concreto, entre aquellos estarían el estado de las maquinarias que se deben utilizar, la correcta ventilación de la empresa, el disponer de las herramientas de seguridad necesarias…
Así, por ejemplo, entre los elementos que se encargan de vigilar, para poder desarrollar sistemas de prevención de riesgos laborales, se encuentran el ruido, la iluminación, las dimensiones del área de trabajo o la termorregulación. Y es que estos elementos, si no cumplen las normativas exigidas al respecto, pueden llevar a que el empleado sufra desde pérdida auditiva hasta cuadros de fatiga nerviosa pasando por enfermedades de distinta tipología.
Cuidar las condiciones de trabajo tiene múltiples ventajas para el empleador y para el Estado, desde económicas (ya que las malas condiciones implican un mayor gasto por el pago de tratamientos médicos, seguros, etc.) y legales (las condiciones mínimas están tipificadas en el derecho civil y el derecho penal) hasta morales (ningún trabajador debería estar en riesgo por desarrollar una actividad laboral que le permite satisfacer sus necesidades básicas).
Puede decirse que las condiciones de trabajo están compuestas por varios tipos de condiciones, como las condiciones físicas en que se realiza el trabajo (iluminación, comodidades, tipo de maquinaria, uniforme), las condiciones medioambientales (contaminación) y las condiciones organizativas (duración de la jornada laboral, descansos). Los sindicatos y organizaciones que se encargan de proteger a los trabajadores a todos los niveles y, en este caso concreto, en lo que respecta a las condiciones de trabajo tienen muy en cuenta una serie de aspectos fundamentales para que el empleado pueda desarrollar su labor de la manera más confortable posible y sin poner en peligro su integridad.
a naturaleza o propiedad de las cosas y el estado o situación en que se encuentra algo reciben el nombre de condición, un término que procede del vocablo latino condicio. El trabajo, por su parte, es una actividad productiva por la que se recibe un salario. Se trata de una medida del esfuerzo que realizan los seres humanos. La condición de trabajo, por lo tanto, está vinculada al estado del entorno laboral. El concepto refiere a la calidad, la seguridad y la limpieza de la infraestructura, entre otros factores que inciden en el bienestar y la salud del trabajador.
El trabajo, tal como hoy lo conocemos, no es un hecho natural; tanto su contenido como el papel que ha jugado en las vidas de los seres humanos no ha sido siempre el mismo, sino que se ha modificado a lo largo de la historia. A partir de esa visión podemos evaluar mejor las pérdidas o los progresos que ha experimentado la institución del trabajo. En el mundo antiguo y en las comunidades primitivas no existe un término como el de trabajo con el que hoy englobamos actividades muy diversas, asalariadas y no asalariadas, penosas y satisfactorias, necesarias para ganarse la vida o para cubrir las propias necesidades.
Un ejemplo de una mala condición de trabajo suele darse en el ámbito de la minería. Los trabajadores se desempeñan en un ambiente insalubre, muchas veces sin el descanso adecuado. Las empresas, para ahorrar costos, no implantan todas las medidas de seguridad necesarias, como la construcción de salidas alternativas o la instalación de sistemas de monitoreo y alarma.