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Caminar por esta sala del Museo, compartir con otros visitantes que miran estos pasteles con asombro, con respeto, con actitud reflexiva es una experiencia estética y ética que nos deja una huella en el
cuerpo, una afectación transformadora,
pero qué otra cosa
le pedimos al arte.
Este Museo no es un museo de la memoria, no es un ex-centro de detención, es un bellísimo palacete neoclásico, de una arquitectura magnífica, construido entre 1912-1016 por quien debió ser un admirador de la belleza clásica, un auténtico esteta, el médico cirujano Martín Ferreyra, que no escatimó dinero ni esfuerzos en construir su hogar como una réplica exacta del hotel parisino en el que se hospedaba en sus viajes, el demolido petit hotel Kessler.
Nació en Tunuyán, donde vivió hasta los siete años. Después se trasladó con su familia a la Ciudad de Mendoza, y a los catorce años ingresó en la Academia Nacional de Bellas Artes de esta ciudad.
Tras el golpe de Estado de 1976 y la desaparición de su hija Paloma al año siguiente, Alonso se exilió a Italia, y en 1979 se trasladó a Madrid.
Carlos Alonso y su serie más comprometida en el Museo Evita Palacio Ferreyra de Còrdoba.En el primer piso del Palacio Ferreyra, una amplia sala logra impactar con las 34 obras de las series Manos anonimas realizadas por el artista.
Las obras forman parte de la colección provincial, por una excelente medida de gestión que decide adquirirlas para patrimonio de la memoria provincial, ya que la serie refiere el doloroso episodio en la vida personal del artista
Dos años después regresó a Argentina, y a partir de ese momento realizó numerosas exposiciones: en la Galería Palatina de Buenos Aires, entre los años 1982 y 1996; en el Museo Nacional de Bellas Artes, de 1990 a 1995, y en otras muchas galerías argentinas, como la Zurbarán o la Bariloche.