Existen diferentes tipos de familia dependiendo de la organización interna de las mismas y de las reglas que regulan la interacción entre sus miembros. Diremos, entonces, que existen familias estables, familias inestables, rígidas, sobre protectoras, permisivas, etc.
Las familias estables, son aquellas en las que los roles son claros, padres e hijos se comunican fluidamente, y el clima que se respira es de confianza, seguridad y estabilidad. Los miembros de la familia se sienten unidos y queridos. Se alienta la independencia de los niños, que crecen sintiéndose apoyados en sus elecciones y sostenidos en sus equivocaciones, que se viven como peldaños necesarios para el aprendizaje. De este modo, cuando se convierten en adultos son seres independientes y sin ningún problema a la hora de expresar sus necesidades o de mostrar afecto.
Las familias inestables se caracterizan por las dificultades de los padres en plantear objetivos y metas comunes. No hay un acuerdo en los valores y principios que quieren transmitir a sus hijos. Muchas veces hay falta de diálogo y de acuerdos, y el clima que se vive es de inestabilidad e inseguridad. Los hijos crecen sin una orientación clara, que por momentos es errática. No se sienten acompañados y cuando se convierten en adultos son incapaces de comunicar sus necesidades, se sienten frustrados, con grandes sentimientos de culpa y son proclives a padecer problemas de relación.
Cuando son pequeñas las criaturas dependen de sus padres, pero a medida que van creciendo necesitan ir aumentando su autonomía para desarrollar su personalidad de forma completa. Lo que ocurre en el modelo sobreprotector es que suele haber mucho afecto, porque los padres expresan interés por el bienestar de sus hijos/as y están pendientes de sus necesidades. Pero en vez de enseñarles, se responsabilizan ellos mismos de satisfacerlas, o incluso les crean necesidades artificiales, a base de darles todo en exceso. El resultado es que no les fomentan la autonomía personal y emocional, ni la responsabilidad para conseguir metas por sí mismos/as.
Esto puede pasar incluso con padres que son muy exigentes con las obligaciones de los hijos y las hijas. En este caso, se refiere más a una demanda de ser competentes en las actividades concretas (estudios, profesión…), no tanto de madurez real del menor, por que quienes deciden que elecciones tomar respecto a su proyecto de vida son los padres. Ellos controlan como debe ser la vida de su hijo o hija, sin adaptarse a sus cambios evolutivos, como si fuera un bebé para siempre.
Preocupación por sobre proteger a los hijos, esfuerzos desproporcionados por no permitir el desarrollo y autonomía de los hijos.
No saben ganarse la vida, ni defenderse, tienen excusas para todo, se convierten en infantiloides.
Como familia proporcionar al niño satisfacciones y necesidades físicas y prevenirlo de peligros y enfermedades.