Introducing
Your new presentation assistant.
Refine, enhance, and tailor your content, source relevant images, and edit visuals quicker than ever before.
Trending searches
Afortunadamente, entre todas, lo hemos cogido a tiempo, no he tenido que lamentar nada, salvo la herida interna que producen estas situaciones. El tiempo todo lo cura.
Ahora tengo las ideas más claras, no podemos dejarnos maltratar en beneficio de otro; el maltrato físico o psicológico es un delito que atenta contra la libertad y el desarrollo de las personas. Hay que ponerle límites y dejarse ayudar por quien está preparado para hacerlo. Los beneficios son infinitos
Yo vine a vivir con una persona, y esa persona no ha querido construir una vida conmigo, ha preferido cobardemente no salir de su ámbito social, e intentar obligarme a mí a que me introdujera en él, poco a poco, minando y destruyendo todo lo que yo he aportado, para quedarse con una mujer vacía de contenidos y tener la posibilidad de llenarla de lo que él desea. Es decir, fabricar a alguien a su gusto. Como finalmente eso no ha sido posible por las buenas, ha acudido a métodos no tolerables entre seres humanos que, aunque suene repetitivo, sabemos que es el único animal con entendimiento, capacidad racional y con facultades de diálogo para solucionar conflictos de su especie. Pero hay que tener voluntad para utilizar este material de convivencia del que disponemos gratuitamente, sólo por el hecho de ser seres humanos.
Gracias a esas personas que me aprecian y que en un momento determinado me animaron a pedir ayuda a los servicios sociales; a las trabajadoras sociales del ayuntamiento de la localidad donde resido, por ver el problema y tomarse interés en él; y, por supuesto, a las especialistas que trabajan en la Oficina de Atención a la Víctima de la Comunidad Autónoma, por la profesionalidad que han demostrado y el esfuerzo que han realizado en mi caso. Gracias a ellas he podido, poco a poco, darme cuenta de lo absurdo de la situación que estaba viviendo. Intentar querer a una persona que no desea ser amada por mí. El otro día me contaron un chiste de Jaimito y concluía diciendo «amar sin ser amado es perder el tiempo».
Pero una situación de violencia, aunque no sea muy frecuente, es como un volcán latente. Está oculto, pero ya está. Yo, no se muy bien por qué, pero al cabo de un tiempo volví a pedir cita. Quizá seguía sin hallar el equilibrio y la paz interior que necesitaba para vivir. Entonces, fueron las propias especialistas las que se dieron cuenta de las dimensiones del problema y ya no me dejaron escapar.
Mi forma impulsiva de tomar decisiones, guiada por el corazón en muchas ocasiones, se ha visto cambiada, por una manera de actuar tranquila, pausada y sobre todo prudente, analizando cada consecuencia a la que me puede llevar el más insignificante de los movimientos a realizar. Esto es madurez, y todos debemos llegar a ello a lo largo de nuestra vida, pero, lo que no es admisible bajo ningún concepto, es que se utilice violencia para obligar a otro a acogerse a unas normas o a un plan de vida. Cada persona tiene un proceso de madurez diferente y un ritmo distintos.
El orgullo personal de no haber conseguido mis objetivos, me ha llevado a alargar la situación, creándome en ocasiones falsas expectativas de solución del problema y dando oportunidades a la relación, que no han hecho otra cosa que afianzarme en mi decisión final de querer romper con algo que nunca existió: una pareja.
Es tan intenso el dolor emocional que produce este hecho, que no eres capaz de dar un paso hacia delante sola. No tienes fuerza moral para pedir ayuda porque, entre otras cosas, no lo ves como un problema. Te dices: «Mientras no me mate y pueda seguir viviendo, aunque sea su sombra, todo va bien». Pero no va bien. Hablas con amigas y con otra gente y un día cuentas alguna cosa que no suena bien, no suena a convivencia social. Y otro, tomando un café, después de un episodio, se te escapan las lágrimas. Y alguien que te quiere, se da cuenta de que las cosas no son normales y te dice que vayas a un especialista en estos temas a que te asesore.
Y después de mucho pensar, sin que nadie lo sepa, pides cita un día. No vas. Por remordimiento de haberle dejado plantado, pides otra y vas de mala gana y encimas sales asustada de la consulta, pero como nadie se ha enterado, todo va bien, no vuelvo y punto. Pero las situaciones de violencia se repiten, y vuelves al fango. Todo sigue como siempre. Los de fuera te siguen insistiendo, cada vez con más interés, pero tú dura: «Yo no lo necesito, es la vida que he elegido, son rachas, no pasa nada...».