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Transcript

¿Para qué tanta protección si de todos modos se meten los gatos? ¿Para qué si la casa está vacía desde hace años, si a ti y a mí no nos detienen ni los vidrios ni las paredes, si ni tú ni yo tenemos a qué salir, si a los dos nos da tanto miedo estar aquí solos como salir para que nadie nos vea? ¿Para qué los barrotes si desde hace mucho ya se robaron todo, ya nada más quedamos nosotros y la vacuidad? A ver, ¿te sientes seguro o te sientes atrapado? ¿Te das cuenta? Ya estamos tan cerquita de nada que ya ni espantamos a los gatos.

— ¡Coche, coche!

— ¡Goooool! ¡Goooool! ¡Golazo a la cuauhtemiña!

— ¡Nel, no se vale! Rebotó en el Chevy negro.

— ¡Ya métanse a comer!... ¡Jonathan, ya te ensuciaste todo el uniforme, hijo!

– Está fácil. Agarras el metro. En la Raza transbordas a la línea amarilla, creo es la cinco, dirección Pantitlán, y te bajas en Eduardo Molina. Ahí te cruzas el Circuito Interior. Es la colonia 20 de noviembre. Vas a la calle Rotograbados, ahí está el altar. San Juditas Tadeo y la Santa Muerte. Bueno, pa como andas vas a llevarte una bolsa con varias velas… A ver, apúntale. Todas se las vas a poner a los pies de la Niña. Dos naturalitas, así sin color: una para la protección de tu casa y otra para que te cuide el changarro. Luego una morada, grandota, eh; ésa es para ver si te quita los catarros y los ojos chinguiñosos. Una roja, no muy grande porque si no no te la vas a acabar, eh: ésa es para el refocile, pa que le des vuelo a la hilacha, pues. Nada de negras, te lo advierto, no andes queriendo pedirle venganzas, porque si te metes en eso la Santa Muerte cobra caro…

– ¿Y ya?

– Ya… ¡Ah, no! También llévale una dorada para que te dé más lana y yo ya no tenga que seguir fiándote la consulta cada que vienes.

— La verdad la verdad, me quedé dormido en el taller. Soñé que me metía en la casa abandonada de aquí enfrente. Entraba con una llave que me entregaba la Santa Muerte, te lo juro. La cosa esa se salía de su vitrinota y me pelaba los ojos, y me daba una llave llena de moños rojos y me decía que ya, que me siguiera… Entonces yo caminaba por Rotograbados y no sé cómo sabía, pero yo sabía que adentro tú me estabas esperando. Entonces me daba un chorro de miedo, pero un chorro, porque pensaba que segurito me ibas a regañar refuerte porque había tomado otra vez en la chamba… Pues total que desperté bien espantado, te lo juro. Sude y sude…, y pues por eso me quedé a dormir en el taller, por eso me eche unos alcoholes…

— …

— Oye, ¿no podrías preparar unos chilaquilitos?

¡Se me va a acabar la tarjeta, oye! Y no te he dicho lo más importante, que ya te… • Hablo por el anuncio que tienen pegado aquí en la caseta del teléfono de la esquina de Aluminio…: ¿todavía están contratando asesores financieros? • Fabis…, ¿ya se durmieron mis papás?... Oye, ábreme, ¿no? • ¡Ya lo sabía!: no es que no estés, es que si ves que soy yo no contestas, por eso te estoy llamando desde un teléfono público, y ¿sabes qué onda?.... ¿Bueno?... ¿Bueno?

— ¡Ay, pero cómo serás mentiroso!

— ¡Cuál, si sí es verdad! Venía caminando, ¿no?, de regreso de La Anita, con las cocas que me pediste, ¿no?

— Ajá… ¿Y luego?

— Venía contando, contando las monedas, ¿no?, para ver si me habían dado bien el cambio, como tú misma me dijiste, ¿o no? Y así venía yo y ¡chin!, que pasa un coche bien rápido y ¡chin!, que se cae el dinero…

— Ajá… ¿Y luego?

— Ya, nomás…, se fue todo por la alcantarilla…

— ¿Todo?

— Todo…, pues es que es la alcantarilla que no tiene tapa, mamá.

Lunar de oscuridad en el pavimento. Lar de roedores correteados. El llavero agazapado bajo una hoja de papel periódico, y el encuentro que ya jamás ocurrirá. Sitio ideal para que el gato pardo esperare entre las sombras a la vecinita que se ha puesto tan chula, y espetarle el piropo aventurado que raya con la indecencia: ¡Pelado! Pedacito de noche inmaculada para salirse a fumar un tabaco, sin un solo grillo que cante para uno, pero al menos libre del aquelarre de una casa con tele a todo volumen por cada cuarto. Oasis para el faje frenético dentro del coche. Tramo del camino de todos los días para apretar los dientes y rogarle a San Juditas que no te salga al paso la navaja que quiera agandallarse justo hoy que te pagaron la quincena.

Aquí, junto al confeti de vidrios y botellas rotas, rodó la cascada roldana de un candado absolutamente inútil, dos tornillos de un tullido triciclo, un tapón de pluma, cinco ligas, la canica más llorada de toda la colonia, una tarjeta de teléfono con cien pesos de crédito que ya nadie va a usar. Aquí quedó enredada la jerga deshilachada de un viene-viene chemo. Aquí vino a parar la lata que un par de escuincles venía pateando desde el Gran Canal. Aquí todo apesta por obra y gracia de los millardos de microbichos que llegaron en aquel pedazo de papel estraza. Aquí anidan los desechos. Aquí los residuos se aparcan. Aquí aventó el viento una servilleta que de tan blanca parece un milagro. Y también aquí, rabona cerezota en el pastel, acabó sus días la rata transa que apenas ayer apachurró el camión de la basura.

— ¡Ya lo tienes, ‘inche Caníbal!

— ¡Ahí´stá, mi’jo, ahí´stá! ¡Ahí´stá!

— ¡Patéalo ya!, no lo dejes parar. Ahí lo tienes.

— ¡Ah, que no lo dejes parar, mi’jo!

— ¿Ya ves, primo? Ya se paró…

— …

— Pa’trás, pa’trás, que no te entre

— ¡Ah! Ya lo acabaste, güey.

— Está lento. ¡Ya lo tienes: ya está dado!

— No tiene güevos, mi’jo. Tú sí, mi’jo, tú sí.

— Ya está dado: ya le sacaste mole.

— …

— ¡Ah, ya te entró, primo! ¡Aguas!

— ¡Chale, mi’jo! ¡Aguado!

— ¡Qué güey eres, Caníbal, no mames, ya te partieron la madre!

— …

— Ah, ‘inchi primo, puras vergüenzas contigo…

Carcañadas, cacarizas… Fíjese

bien en las calles y verá que rojos,

amarillos o azules, todos son

iguales, no importa quiénes estén

en la Delegación, los baches son

los mismos… Como si pavimentar

bien fuera cosa de mucha ciencia…

Como si fuera un favor reparar las

banquetas. ¡Malhechotes que son!

Desde como la una de la tarde comenzaba el hormigueo. Vecinas de delantal, chamacos que llegaban jugando con las servilletas, chalanes dizque muy apurados por regresar a la chamba, escuinclas pizpiretas, viejitas como una… Pero a la gente no la extraño, eh… La gente de todos modos va y viene diario, pasa y dice buenos días o buenas tardes o nomás buenas o la mayoría ya ni eso, pero pasa, pasa enrumbada a sus asuntos, regresa a sus casas, a la corre y corre o pachorruda, pasa o se para o se sigue… Ora que el olorcito sí lo añoro, no mucho…, bueno, sí mucho porque desde antes de medio día aromaba re bonito: nada huele tan a esperanza como el nixtamal cociéndose… Pero la verdad lo que más extraño ¿sabe qué es?... La escandalera de la máquina, el rechinido de todos los fierros trabajando juntos, el ajetreo que se oía como cansado pero que no paraba y seguía y seguía pariendo tortillas, una por una, una por una… Pero pues ya ve, de la tortillería ya nada más queda el letrero… y el recuerdo de su escandalera que yo sigo oyendo.

— Dirás misa, pero lo que está plano no es chipotudo.

— Nel, jefa. Todo es cuestión de enfoques, le digo.

— ¡Qué enfoques ni que ocho cuartos! A ver, ¿para qué

vienen a pintarrajear letras que ni se entienden? Y aunque se

entiendan, ¿a mí qué me importa que el tal Yuri y la tal Erika

anden de arrimados? ¡¿Clavo y Feya?! ¡Feyo es como escriben!

— Déjelos, se están expresando, le digo.

— Pues que se expresen en sus casas.

— Írela, jefa, como será de intolerante. Respete sus

derechos humanos, le digo. Los skatos también son humanos.

— ¿Skatos…? Seres-drogados, dirás.

— ¡Chale, jefa! A ver, ¿y por qué no dice nada de los

pinches monos feos que tienen pintados en el kinder de acá

atrás? Ésos sí que se los aventó uno bien viajado, le digo. ¿Canguros

azules?, ¡achis! Y luego el elefantito dizque empujando

la ventana…, ¡no manche, jefa!

— ¡Yo no mancho, yo me paso todo el día limpiando!

— Uy, ¿no le digo…?

Sin cuatro llantas, el que fue el orgullo siempre bien pulidito de don Paco hoy es barco en la arena, locomotora fuera de vía, muerto insepulto, pues. Aquel otro, cuando llegó allí a estacionarse como cualquier otro día, fue engañado: no quedó aparcado en la calle, sino encallado en el pavimento, atorado en la puritita inmovilidad. Casi llegando a la esquina, la vida pasa y el armatoste antañón perdura, todo miado por los perros de la cuadra, aporreado a balonazos, rayoneado por el chelero ocioso…, firme, perdura en el embuste de que una mañana de estas agarrará camino de nuevo; inconsciente, permanece en el lento avance a dejar de ser. Sin milagrito mediante, ni le hagas, ya ninguno prende. Piezas arqueológicas del siglo pasado, monumentos a la falta de liquidez familiar, anclas inútiles de amigos que jamás volverán, recuerditos de tiempos mejores, testigos de que lo nuestro lo nuestro es desbarrancarse en la pobreza.

Mira, mi’jito: hasta ahí llegó el pelmazo de tu padre… ¡No, no es insulto!, es nomás la verdad descarnada, como dicen. Que lo sepa desde chiquito: Uriel Damaso Linares era un pelmazo, un pelmazo que se murió por pelmazo. Porque con la panza que se cargaba el señor, qué esperabas: ¿que esa noche hubiera podido pegar el brinco a la banqueta? ¿Con sus cientotreintaytantos kilos? Yo alcancé a quitarme y eso que traía a éste en brazos… Así que cada que pasemos por aquí no me voy a cansar de recordárselo: hasta esta esquina llegó el pelmazo de tu padre, hijo… Yo estuve conforme con que sus hermanos le mandaran poner su crucecita no fue tanto por él, por Uriel, sino por éste, por su hijo: para que no se le olvide que siempre te puede matar un coche, para que siempre se acuerda que en esta ciudad a todos nos anda pisando los talones un microbusero asesino y, cuando te alcance, más te vale que andes vivo y ligero y puedas pegar un brinco a la banqueta… Ándale, ya vámonos, mi’jito.

Altares

Tenis en el cableado

Herrería

Triques

Graffitis

Cruces

mortuorias

Pandillerismo

Lo único que me sobra es tiempo: infinidad de momentos para sufrir. Yo pendulo e intento recordar…, nada más: ir y venir y seguir atascado en la inopia, en la ignorancia absoluta de mí mismo: por más que me esfuerzo no puedo reconstruirme: sin memoria, sin saber quién fui ni qué hice para merecer esto, quedo reducido a la inmensidad de mi propio infierno atrapado por un par de agujetas viejas. ¡Carajo, qué horror, qué pena!: me aterran las alturas, abomino el ridículo, y sigo aquí

Parcelitas callejeras de purgatorio. ¿Quién aventó ahí el resorte que terminó atorado entre tanta madre, esa pata de silla, aquel palo; de qué cajuela salió esta llanta, de qué casa salió esa rueda que ya no rueda, qué mano aventaría el primer bote, la primera lámina chueca? Lascas de vida, cachos que perdieron el amarre con sus pares: ¡puras pinches partes sin su todo! Montones de chunches, pedazos de madera y metal, tajadas de cosas irreconocibles, cachivaches que reposan en la esperanza de recuperar alguna vez cualquier utilidad: ¡ucha!, un resto de restos a los que nomás les queda la necedad de no irse a la basura.

colgado…

Niños jugando

La 20

— Me dicen, mi estimado, que en otros rumbos, y no se crea que muy lejos, no, aquí mismo en el Defectuoso, hay compadres cuadrúpedos como uno, eso sí, todos ellos muy acá, muy de pedigrí, muy de árbol genealógico con abuelitos campeones, pies de cría, garañones finos y matronas de camadas de lujo, que orondos salen todos los días a cagar a la calle, igual que usté y yo, pero, ¡agárrese, oiga!, con sus dueños atrás de ellos bien a las vivas con unas bolsitas de plástico listos pa levantar sus cacas.

— ¡Pos qué fresas, oiga! Y por cierto, como que se antoja, ¿no?

Excremento de perro

Acumulación de basura

cartografía volumétrica

colaborativa

La tendencia es clara: el conocimiento en su conjunto y particularmente la producción de información espacial va hacia la participación de muchos y desde distintas trincheras: la cartografía colaborativa es una realidad en ambientes como wikimapia y Google Earth: en la representación de un espacio diversos agentes participan.

Una suerte de experiencia de cartografía colaborativa y multidisciplinaria la constituye este Manzanario, una colección de textos narrativos escritos por mi gran cómplice Germán Castro. Cada texto alude a una pieza y enriquece el código, y juntos pueden hacer las veces de tiras marginales de los mapas volumétricos.

de Agnieszka Casas

Locales en abandono

Vehículos en abandono

Casetas telefónicas

Casas en abandono

Postes de luz en mal estado

Topes

— ¡Carajo, Fernando!: ¡otra vez ya me hiciste que se me tirara todo el café encima! ¡Veinte años viviendo aquí y ¿se te olvida que en esta esquina hay topes?!— Disculpas…— ¡Nada de disculpas…, eres un imbécil!— [Veinte años de matrimonio y no te has dado cuenta de que lo hago adrede, méndiga.]

Baches

Alcantarilla

sin coladera

y banquetas en mal estado

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